La Disney hizo Ossoo!!!
De las enormes licencias y libertades que se ha tomado Disney para explotar al personaje Winnie-the-Pooh y a su creador se encargarán fanáticos o historicistas porque en lo que a cine se refiere siempre existen modelos o películas con las cuales dialogar para sacar mayor provecho de las intenciones pseudo artísticas de este producto, Christopher Robin, un reencuentro inolvidable.
El trillado mensaje de la búsqueda del niño interior bajo los preceptos Hollywoodenses malogra cualquier profundidad y banaliza una necesidad vital para transitar una vida con algo de sentido. La familia, el trabajo, las obligaciones, el ocio, y los anhelos personales son apenas una parte del todo que plantea este relato, dirigido por Marc Foster.
A diferencia de otras películas que mezclan la vida de los creadores con sus creaciones, Christopher Robin entrelaza a dos personajes del universo Winnie-The-Pooh, creado por Alan Alexander Milne.
El hijo del susodicho es Christopher Robin y su lugar en los relatos cortos es preponderante, aunque para el verosímil del film de Foster la confusión al tomar contacto con el osito y sus amigos (CGI mediante) puede llamar al suspicaz equívoco, sumados dibujos de Christopher en su etapa de infancia, algo que en la película tapa a fuerza de elipsis para instalarse de lleno en la adultez.
Por eso, al sumergirnos en la propuesta de los estudios Disney y encargada a Marc Foster aparece la primera contradicción: el mensaje y la bajada de línea frente a la creatividad para hacer atractivo el universo de Winnie-The-Pooh, siempre contrastado con la realidad mustia y sepia de aquella Inglaterra post Segunda Guerra Mundial.
Carente de imaginación, la empresa donde Christopher Robin intenta progresar le delega la difícil reestructuración para achicar gastos. Pero el hombre, ahora adulto que ha dejado en un segundo plano a su hija y a su esposa, aún tiene sensibilidad y esa sensibilidad lo conecta con su pasado; Con las aventuras del osito, la despreocupación en los juegos y la inocencia necesaria para encontrar otro ángulo a la realidad.
Ewan McGregor cumple en esa ambigüedad buscada, se adapta al live motion pero la película se queda a medio camino, muy por debajo de las hermanas o primas cinematográficas que pululan aún por el firmamento del mainstream como la recordada Descubriendo el país de nunca jamás (2004), también en torno a otro ícono de la infancia y la literatura infantil como Peter Pan.