La nueva película de Carlos Echeverría tiene planos hermosos. Primero que nada, Chubut, libertad y tierra prodiga panorámicas de trenes que pueden asociarse a las grandes tradiciones cinematográficas de todos los tiempos. También desde los trenes llegan planos magníficos en los que se descubre una geografía. El Sur no es una extensión infinita de tierra de la que se erige una promesa, más allá del lucimiento de algunos paisajes y la riqueza petrolífera que yace bajo tierra. Con una precaria cámara digital, Echeverría acopia notables planos de un territorio. Pero su filme no es un retrato geológico, sino una poderosa excavación simbólica en la Historia. En esa tierra yerma vivieron y viven hombres y mujeres que han dejado huellas, porque nadie deja de escribir la Historia, aunque no sea más que redactor involuntario de una línea o una coma.