Premiado en los festivales de Cannes, Lima y Mar del Plata, este inusual largometraje toma como punto de partida la organización de un funeral de un integrante de la comunidad indígena Krahô, establecida en el norte de Brasil, para terminar trazando un inteligente contrapunto entre sus rituales y modos de vida y las rígidas e inescrupulosas reglas de lo que conocemos por "sociedad civilizada", convertidas en potencial amenaza para su subsistencia.
El intenso viaje (físico y espiritual) del protagonista, de apenas quince años, es narrado a través de un relato calmo pero fluido que cruza con sagacidad la ficción y el documental. Los directores de la película (una brasileña y un portugués) ponen en juego diferentes recursos -un montaje muy bien trabajado para sintetizar algunas creencias mitológicas, oportunas correcciones de color que realzan los significados del paisaje, secuencias con una puesta en escena encuadrada dentro de los patrones del cine más tradicional- y consiguen un resultado heterogéneo, difícil de encuadrar en términos genéricos, pero también muy concreto en cuanto a sus alcances sociológicos y políticos.
Como curiosidad para los argentinos debe señalarse la inesperada aparición de un fragmento sonoro de "Cementerio Club", tema que Luis Alberto Spinetta grabó para Artaud (Pescado Rabioso), uno de los mejores discos de su riquísima carrera.