Elogio de la natalidad
Narra una aventura apta para todo público, protagonizada por humanos y cigüeñas en busca de sus padres.
"Papá, ¿cómo nací?”. “Te trajo la cigüeña, hijo”. De pequeños, muchos fueron víctimas de este mito delirante usado por padres que quieren zafar de la incómoda pregunta.
En Cigüeñas, animación a cargo de los directores Nicholas Stoller y Doug Sweetland y producida por los estudios Warner Bros. Animation, el mito es la realidad y los bebés son fabricados por las cigüeñas después de ser pedidos, a través de cartas, por los humanos.
Junior, el protagonista principal, es una cigüeña que trabaja en la fábrica de bebés con ganas de ascender. Tiempo atrás, un pedido falló y una beba llamada Tulip se quedó a vivir con las cigüeñas. En el presente, Tulip es una adolescente traviesa que desea encontrar a su familia, aunque le cuesta alejarse de su familia postiza.
El percance con la entrega de Tulip hizo que el jefe de la fábrica decidiera cambiar la entrega de niños por la entrega de paquetes.
Mientras tanto, un niño de nombre Nate, hijo único de un joven matrimonio, se siente poco atendido por sus padres y decide escribir él mismo una carta a las cigüeñas para pedirles un hermanito.
A la acción
Después de la presentación de estas dos historias, se da inicio a una desopilante aventura entre humanos y cigüeñas en busca de sus padres.
Cigüeñas es desquiciada y tierna a la vez. Desquiciada porque confunde celebración de la vida con incitación a la procreación indiscriminada (aquí se trata de llenar el mundo de bebés). Y es tierna porque son justamente las escenas dulces y afectivas las que conmueven.
Cuenta con un par de gags efectivos y con algunos giros en la trama que resultan ocurrentes y graciosos, como hacer que una manada de lobos pueda transformarse en lo que sea (submarino, camioneta, puente).
En el mundo de Cigüeñas no existe la sexualidad. Pero no por ser un tema tabú ni por tratarse de un producto infantil, sino porque desentonaría con la realidad de la película.