Heridas compartidas
Luego de su traspié en Hollywood con la olvidable Apariciones (2007) el director de La caída (2004), Oliver Hirschbiegel vuelve a la trama política con un film de gran interés, estrenado aquí bajo el título Cinco minutos de gloria (equívoca decisión/traducción de Five minutes of heaven).
La trama encuentra a Alistair Little (Liam Neeson) como un joven que en 1975 está por realizar su primer asesinato político para la IRA, en medio de la revuelta civil provocada en Irlanda del Norte. Pasados 25 años de aquel ataque, el criminal es invitado por una cadena de televisión para encontrarse cara a cara con el hermano de su víctima.
El trasfondo de venganza que se avizoraba previo al film podía prever un destino moralista y vacuo en su cometido, pero lo cierto es que el director de El experimento (2001) logra una cinta completa, con grandes actuaciones y un excelente trabajo en el montaje.
Cinco minutos de gloria tiene tres etapas bien definidas. La primera nos introduce en la historia que acontece durante los duros años del conflicto irlandés, donde más de 3.700 personas perdieron la vida, y que están representados de manera impactante a través de imágenes reales del enfrentamiento.
La segunda es donde entran en acción el ya mencionado Neeson y un impecable James Nesbitt, como el hermano menor de la víctima, ahora devenido en adulto. A partir de la invitación de la productora televisiva (que se autorreferencia como una reconciliadora de las partes involucradas en el estallido social) el duelo entre los actores empezará a ganar espacio gracias al ajustado guión de Guy Hibbert.
Si bien la película logra pasajes previos de buen calibre, es aquí donde Hirschbiegel muestra su costado más osado. Porque el título acierta en mostrar la peor cara del show business que representa la pantalla chica, en tiempos donde los reality show son la nueva cara de los contenidos mediáticos. Si el dúo protagonista toma la decisión más importante al acceder a un encuentro, la superficialidad improductiva del medio, que estará allí con la excusa de ser testigo directo del momento en cuestión, sólo servirá como un quiebre en la hasta aquí implícita relación.
En este sentido, el film logra un eficaz resultado ideológico donde otros títulos con similar objetivo (como La muerte en vivo, con Eva Mendes) fallaron.
La tercera parte pondrá importancia en esa falaz necesidad de los personajes (uno de perdonar, el otro de ser perdonado) que decidirá el destino de ese inevitable sentimiento que une a los protagonistas.
Acostumbrados a recibir un tipo de cine que justifica la venganza por mano propia y la filosofía del ojo por ojo (sin entrar en ejemplos, gran cantidad de títulos consagrados así lo demuestran) la incorrección política del director alemán pasa por su manera de contar la historia. Una historia que por otro lado, bien puede ser pensada y adaptada a la falta de justicia, las cicatrices sociales y el pedido de respuestas de generaciones enteras que en toda Latinoamérica se promueve después de un largo período de impunidad. Porque, de alguna manera, Cinco minutos de gloria también nos toca, al menos, de costado.
A pesar de las reflexiones que puedan aparecer, este film -que ganó el premio a mejor dirección en Sundance- es una opción más que recomendable dentro de una cartelera que por momentos parece predigerida. Entre tanto tanque innecesario, la película de Hirschbiegel logra con sus valores técnicos y apoyado en grandísimas actuaciones un thriller de fundamentado interés que bien podría resultar imperdible.