Oliver Hirschbiegel es un realizador interesado en los conflictos humanos y esta vez lo podemos comprobar con “Cinco minutos de gloria”, donde narra una historia que tiene por marco Irlanda, que comienza en el año 1975, pleno período de la reactivación de la violencia politico-religiosa en Belfast (Irlanda del Norte). Un joven protestante de 17 años (personificado como adulto por Liam Neeson) junto a un grupo de amigos decide cumplir una misión de prueba para ingresar al Ulster Volunteer Force (UVF), amedrentando a una familia católica para que abandone un barrio protestante. Pero las cosas no salen según el plan trazado y el episodio termina con la muerte del hijo de 19 años de la familia católica, en lugar del padre –objetivo propuesto-, ante la mirada atónita del hijo menor, a quien el victimario deja con vida El asesino y sus compañeros fueron detenidos dos semanas después, juzgados y condenados.
La realización comienza con un largo flashback para ponernos al tanto del origen del conflicto entre estos dos hombres. La continuidad de la historia está tratada en tiempo presente, hasta que se produce el reencuentro cara a cara, que se va dilatando para llegar al enfrentamiento ineludible. La trama sigue los pasos de esos dos hombres condenados al encuentro, televisión mediante, luego de 30 años de los hechos que generaron el conflicto latente.
Guionista y realizador tratan a ambos personajes como víctimas. Little, arrepentido de su crimen, vaga por el mundo aportando su experiencia sobre el tema e intentando evitar que los jóvenes participen en hechos violentos, pero él no puede librarse del concepto de culpa por la muerte de aquel hombre que asesinó en su adolescencia. La imagen de un pequeño Joe, impávido ante la muerte de su hermano, se ha convertido para él en una pesadilla que lo persigue constantemente. Por su parte, Joe se culpa de no haber podido evitar el asesinato de su hermano y sólo quiere la venganza contra el responsable de su muerte. Ambos necesitan reconciliarse para seguir con sus vidas sin que ello sean una condena.
Los protagonistas lo asumen excelentes interpretes; Liam Neeson como un antiguo terrorista arrepentido, roto por la culpa, mientras que Nesbitt compone a un Joe en forma radiante, con una meticulosa exposición del complejo proceso psicológico de un hombre sediento de venganza. Si bien el guión y la dirección son firmes, se aprecian algunos baches en el tiempo y algunas reiteraciones, empero ello no afectan en lo esencial el sostenido interés que despierta en el espectador el desarrollo dramático de un relato interesante respecto al enfoque temático víctima-victimario.