Una telenovela cara, larga y deserotizante
El irresistible magnate Christian Grey, uno de los solteros más codiciados del mundo, y Anastasia Steele, joven y bella estudiante de Literatura, se conocen en una entrevista. Se establece de inmediato una relación muy particular, marcada por la atracción sexual y las reglas que él va imponiendo en cada encuentro.
El señor Grey, el de las 50 sombras (en una hipotética secuela tal vez sepamos qué significan), tiene una habitación repleta de instrumentos de tortura. Pero a la hora de los bifes Grey aplica una ternura indigna de un sádico. Eso es porque Grey es un romántico incurable, que toca lánguidas melodías al piano, regala vestidos y paseos en planeador. A Grey lo encarna Jamie Dornan, un zoquete modelado en el gimnasio que jamás cambia la expresión, ni cuando sufre ni cuando goza. La dirección de actores no parece cosa de Sam Taylor-Johnson, tal vez porque estaba demasiada ocupada acumulando en dos horas de película todos los lugares comunes imaginables.
De erótica, “Cincuenta sombras de Grey” no tiene nada. Las escenas de sexo, que no son tantas, están calcadas de cualquier telefilm softcore que noche a noche regala la TV por cable. Taylor-Johnson las rodó a puro convencionalismo, cámara lenta incluida. Puro aburrimiento.
El problema de “Cincuenta sombras de Grey” no pasa por su hibridez formal, un melodrama con innecesarios pases de comedia romántica. Tampoco por el guión, teniendo en cuenta que la novela de E.L. James no es ninguna joya literaria. Ni siquiera por las malas actuaciones: el desconcierto de una gran actriz como Marcia Gay Harden en el par de escenas que le tocan lo dice todo. El problema de “Cincuenta sombras de Grey” es que no entrega ni una pizca de pasión. Tratándose de un intento por resucitar el erotismo que el cine perdió de un tiempo a esta parte, esa frialdad es un pecado capital.
Hay una gran película, llamada “La secretaria”, que partiendo de la ironía se mete decididamente en la perversa lógica del amo-esclavo, esa que “Cincuenta sombras...” sobrevuela a fuerza de clichés y superficialidad. Claro que “La secretaria” cuenta con una historia inteligente y con un actorazo como James Spader (¡que en la ficción se llama Mr. Grey!). I-sat suele pasarla.
Al tema de fondo, que no es otro que la degradación de las relaciones humanas, “Cincuenta sombras de Grey” lo ignora olímpicamente. En cambio, Taylor-Johnson filmó una telenovela cara y no precisamente de las buenas. Es todo un símbolo de la dirección que eligió el mainstream, la subestimación extrema del espectador. En fin, la belleza de Dakota Johnson no vale el precio de una entrada.