Pegame... y llamame Grey
Aviso: no lei el libro, no puedo establecer ningún tipo de comparaciones y por lo tanto me voy a remitir a "50 sombras de Grey" estrictamente en lo que al producto cinematográfico se refiere.
Para los que hemos pasado las 40 primaveras desde hace rato ya hemos visto en el cine desde "Ultimo tango en Paris" hasta "9 semanas y media" pasando por "Portero de Noche" de Liliana Cavani o "Las edades de Lulú" basada en la famosísima novela de Almudena Grandes.
El ciñe español por su parte nos ha dado "Amantes" de Vicente Aranda, los primeros films de Almodóvar como "La ley del deseo" o "Matador" y recientemente Lars Von Trier tiene en "Nymphomaniac" todo un tratado de relaciones de todo tipo, vividas en carne propia por la protagonista, su nueva actriz fetiche Charlotte Gainsbourg.
En un tono más virado a la comedia Maggie Gyllenhall padecía a su jefe James Spader en "La Secretaria" y mucho más oscuro era el vínculo entre Benoît Magimel e Isabelle Huppert en "La profesora de piano" de Haneke.
"50 sombras de Grey" por lo tanto, no mueve un pelo, no sorprende, no se arriesga. Se para a años luz de cualquiera de esas películas, muchas de ellas sin tanto aparato comercial de por medio, pero realmente con una historia diferente que contar.
"50 sombras... " ha sido diseñada, evidentemente, para un público pasada la adolescencia -pero no demasiado- que, por ejemplo, grita en el medio de la sala la primera vez que Christian Grey se saca la remera como si jamás hubiesen ido a la playa y hubiesen visto un hombre con el torso al aire, generando una especie de pequeña histeria dentro del cine, que habla ya de los predispuesta que está la platea para recibir esta adaptación del éxito editorial rotundo a nivel mundial de los libros del mismo nombre.
Pero esta adaptación, muestra mucho, muchísimo menos de lo que promete.
Anastasia Steele es una estudiante de literatura inglesa que al enfermarse su amiga, compañera de departamento, la reemplaza en una entrevista que debía hacerle a Christian Grey para la revista de la Universidad.
Justamente Grey tiene todo a su favor: con sólo 27 años es un empresario exitoso, que ha montado su propio imperio con una marca registrada, es apuesto, ganador y poderoso... además de ser uno de los hombres más ricos del país.
Obviamente la atracción se hace presente en esta entrevista y Grey, por su parte, queda impactado por la frescura, la candidez y la presencia de Anastasia. Ella parece estar completamente rendida a sus pies desde el primer momento donde se muestra dubitativa y hasta torpe, intimidada por la fuerte presencia de Grey.
Luego, obviamente, con las puestas en escena que monta Grey con el objetivo de seducirla, no tardará en ser su "presa".
Lo que para Anastasia comienza como un simple romance y el descubrir de su sexualidad, se va tornando complicado cuando apenas iniciada la relación, Grey le revela sus verdaderas inclinaciones a la hora de compartir la intimidad.
Pero evidentemente la directora contratada para una factura netamente hollywoodense y comercial, Sam Taylor-Johnson ni se propone ni logra imprimirle ningún punto de vista personal -tampoco creo que ese fuese el objetivo dentro de este producto de marketing-, ni aporta una mirada femenina interesante sobre la situación. Cualquier director por encargo la podría haber dirigido que, de todos modos, el resultado sería similar.
Taylor-Johnson se limita a la corrección que se espera de ella como para que el producto quede elaborado dentro de los cánones de lo que debe ser el rendimiento en la taquilla y a poco de empezar nos damos cuenta que "50 sombras de Grey" hace agua por los cuatro costados.
Como primer punto, si se intenta abordar un tema como el del sadomasoquismo o ciertas prácticas sexuales que alimentan cierta curiosidad en el público por "lo diferente" es completamente contraproducente que se termine filmando justamente ESAS escenas con un cierto pudor de la cámara por ir más allá.
Por lo tanto, no sólo la historia en sí sino la puesta visual se queda completamente en la superficie y se complementa con una buena edición que no deja ver más allá de lo que una sociedad tan pacata como la estadounidense, se permite mostrar.
Como ya fue dicho con otros ejemplos, una novela de este estilo en manos de algún director europeo o que pusiera todas las cartas sobre la mesa, hubiese tenido un tinte completamente diferente a esta versión desteñida del sadismo que apunta a un público netamente juvenil.
El segundo punto problemático es el casting. Jamie Dornan, conocido por su carrera televisiva en las series "Once Upon a time" y "The Fall" obviamente tiene buena presencia, pero eso en Hollywood es lo de menos. Porque hay miles de actores que tienen además de su facha, la capacidad de nutrir ese papel con la dosis de perversión necesaria que Dornan no llega a tener en ningún momento.
El dibujo de Grey que construye Dornan está mucho más cerca a cualquier príncipe azul de Disney con un pizca de erotismo que el poderoso, controlador y dominante Grey que se necesita para que la historia pueda salir adelante.
En ningún momento del film uno logra convencerse de que Dornan es el Grey indicado. La adaptación de la novela a la pantalla grande, según aseguran los que leyeron el libro, está completamente alivianada y este Grey termina siendo un osito de peluche, cariñoso y enamoradizo al cual el Arnaldo André de "Amo y Señor" le podría dar unas clases para que entienda de qué va la cosa.
Dakota Johnson gana en los momentos en que tiene que exhibir su candidez, su mirada naïf de la situación, pero no logra que a lo largo de la película su Anastasia sufra la transformación que implicaría para su historia verse sometida a una relación de esa naturaleza. Aparece como inmadura y tampoco la ayuda ni el diseño de vestuario ni la mirada de la directora como para que ese punto de inflexión en el personaje pueda ser de crecimiento dramático, aunque así todo Johnson con su Anastasia pareciera encontrarse más cómoda en su rol que Dornan y su deslucido Grey.
Sabemos que es difícil de olvidar las explosiones de Kim Basinger y Mickey Rourke que quedarán como un super clásico del erotismo, como tampoco Sharon Stone con Michael Douglas en "Bajos instintos" o James Spader con Holly Hunter en "Crash" en la famosísima escena dentro del auto, por sólo citar algunos casos y quizás uno de los más renombrados fue el revuelo que armó en plena época de nuestra dictadura, la manteca de Marlon Brando en "Ultimo Tango en París".
Nada de eso ocurre con "50 sombras de Grey" donde los protagonistas no parecen estar incendiándose en pantalla ni mucho menos.
Tienen una cadencia totalmente fuera de registro y a esto tampoco ayuda el tono pudoroso del punto de vista de la directora donde Grey está en plena sesión de latigazos con el jean puesto, cuando ella sale de la cama envuelta en sábanas y edredón o él tiene el prurito de atarse la toalla a la cintura.
Lejos, muy lejos de encender los ratones, "50 sombras de Grey" se acerca más al cuento de hadas urbano de la chica ingenua con el multimillonario que la deslumbra, que de la trilogía erótica de E.L. James que hizo furor en las librerias y que convirtió en un gran suceso del "boca a boca" justamente por sus escenas osadas.
Y para subrayar y no dejar absolutamente ninguna duda que lo único que persiguen no es ningún hecho artístico sino un mero fenómeno de taquilla, la película en si misma no tiene sentido sino se completa con su segunda parte como para enteranarnos de qué sucede después que se cierran las puertas del ascensor. Falta que pusieran "continuará" para que tuviese directamente el tufillo a miniserie de televisión, aunque un poquito más zarpada. No demasiado.