Por suerte es la última
En el año 2011 la novela de E. L. James, Cincuenta Sombras de Grey, se convirtió en un fenómeno mundial a partir de sus números de ventas, los que convirtieron al libro en un best-seller instantáneo, y de la temática que abordaba, ubicando entre las más leídas a una obra sobre relaciones de pareja que incluía un componente sexual muy fuerte con prácticas sadomasoquistas explícitas. Esta primera parte de la historia encontró en Cincuenta Sombras más Oscuras y Cincuenta Sombras Liberadas sus dos secuelas que luego serían llevadas al cine por el director James Foley con las actuaciones protagónicas de Dakota Johnson y Jamie Dornan. Esta tercera adaptación no fue dividida en partes, como ocurrió con otras sagas, por lo que viene a ponerle punto final a uno de los sucesos fílmico literarios más controversiales de los últimos tiempos.
Retomando lo ocurrido en Cincuenta Sombras más Oscuras, esta tercera entrega se inicia con la boda entre Anastasia Steele (Johnson) y Christian Grey (Dornan). No ha pasado tanto tiempo en términos cronológicos pero por todo lo que ha vivido la pareja parece bastante lejano aquel primer encuentro en el que Anastasia se presentara en la recepción de uno de los edificios más majestuosos de la ciudad de Seattle como una simple estudiante de literatura inglesa. Su objetivo: entrevistar para un trabajo de la facultad a uno de los billonarios más carismáticos y codiciados del mundo, Christian Grey. Se iniciaba de esa manera una relación tumultuosa que tendría sus idas y venidas a partir del trauma que desde su niñez afecta a Grey, con una madre muerta cuando él tenía cuatro años por adicción a las drogas, una familia adoptiva que lo llenara de riquezas y una relación prematura a la edad de quince años con una amiga de su nueva madre. Estos elementos hicieron causa común en la psique de este multimillonario lo que le dejó como consecuencia una necesidad física y psicológica de afrontar sus relaciones sexuales desde una iniciativa de dominación para con sus parejas que incluye un sistema de premios y castigos, el uso de distintos artefactos sadomasoquistas y ese deseo inmanejable de controlar todo lo que lo rodea, incluso a su prometida Anastasia.
Como ocurrió en las películas anteriores, la línea argumental que le aporta el conflicto a la historia tiene que ver con un elemento ajeno a la pareja Anastasia-Christian que se resuelve de forma simplificada en pos de darle más relevancia a la relación amorosa de los protagonistas. Ahora bien, el término “simplificada” en este caso actúa como un eufemismo para decir que Jack, aquel primer jefe de Anastasia en su trabajo en la Editorial Independiente de Seattle, ha vuelto para cobrarse venganza luego de que su intento de acosar físicamente a la flamante señora Grey terminara con su carrera profesional y lo llevara a la cárcel. Sin revelar cómo terminan las acciones de Jack en su intento de destruir a los recién casados, pueden remitirse a todo el drama del contrato de la primera película o a la intervención del personaje de Leila Williams en la segunda, elementos que deberían aportar suspenso para que la historia avance y que quedaron truncos con excesiva velocidad convirtiéndolos en un sinsentido para la trama general.
Tanto esas líneas argumentales conflictivas como aquellas alternativas con los personajes secundarios allegados a los protagonistas (la mejor amiga de Anastasia, Kate, y su romance con Elliot, hermano de Christian, que en algún momento parece tambalear, la presencia de la otra hermana de Christian, Mia, o de José, amigo de Kate y Anastasia, que no terminan en nada o la aparición de Elena, quien iniciara sexualmente a Christian a los quince años y también es borrada rápidamente y sin consecuencias) son meras distracciones de los conflictos que experimentan Christian y Anastasia. Este hecho, criticable de por sí, podría llegar a encontrar una explicación si esa relación principal fuera interesante desde los matices que presenta o los giros que experimenta. Siempre es lo mismo. Siempre ese elemento de dominación es el problema y siempre se termina resolviendo igual. No hay sustento narrativo para que la pareja se enamore, las peleas se reiteran hasta el hartazgo y la mínima intriga que puede generar el pasado de Grey y cómo este afecta a su actual yo queda en la nada al igual que todo el resto de una trama que resulta caprichosa, repetitiva y sosa ya que lo único que parece buscar es una excusa para exhibir a los personajes semidesnudos usando correas, látigos y demás elementos afines.