Es difícil escribir (al menos para mí), sobre una franquicia que supera, con bajos estandares de producción, a estar horas, el billón de dólares de recaudación en todo el planeta.
La trilogía de E.L. James sobre el millonario de apetito sexual extremo y la inocente virgen que le cambiará la vida, ha vendido libros en todas las geografias y si bien viene perdiendo fuerza en la taquilla, se calcula que los productores finalizarán el acuerdo comercial (que fuera por las tres cintas), más que satisfechos.
Y como ya saben, el lanzamiento fílmico ha convertido en megaestrellas a Dakota Johnson y en menor escala, a Jamie Dornan. Digo esto, porque en la primera entrega las cuestiones de química y cartel fueron un poco erráticas al principio y en esta tercera parte todo es más distendido. Ellos han logrado despedirse bien de los roles que los llevaron a volverse populares al máximo nivel.
Sin embargo, debemos decir que técnica y ficcionalmente, no sucede demasiado en "Fifty shades freed". Son una pareja de tortolitos vistiendose y desvistiendose en caros espacios, usando autos de altísima gama, y mostrando el obsceno poder del dinero puesto al servicio de los caprichos de quien lo posee.
Sí, está presente (vagamente) esta cuestión del goce a través de la dominación y... bueno, lo que ha llevado a la gente a elegir el libro y las películas. En "50 sombras liberadas" (de qué, me atrevo a preguntar!), hay también un componente de misterio presente. Jack (Eric Johnson), el ex jefe de Anastasia despedido por acoso, vuelve con intenciones de molestar a la pareja y recuperar lo que, presuntamente, es suyo (el trabajo y el prestigio).
Eso, y alguna cosa que hayan visto en el trailer (que prefiero no spoilear por si no la han notado), y no demasiado más.
Dakota y Jamie ya se conocen y han mejorado su comunicación. Pero el problema es que en "50 sombras liberadas" sucede poco. Así como en las entregas anteriores (excepto la primera, que plantea el escenario no convencional), nada excepto las escenas de sexo mueven el amperímetro.
Hay muchas líneas que podrían profundizarse (el pasado de Grey, con su oscuridad; la relación de Anastasia con ese mundo que no logra conocer; los amigos y en especial, los hermanos de Christian; etc), pero James Foley (el director) no arriesga jamás.
Toma el pobrísimo (en cuanto a diálogos y profundidad dramática) guión y plasma como entendido del mundo de los videos musicales que es (rodó para Madonna varios clips y documentales), una sucesión de cuadros con buenos hits (mortal la versión de Bishop Briggs de "Never tear us apart") y una fotografía cuidada en todos sus detalles.
A la salida pensaba que lo que en definitiva atrae, desde lo cinematográfico, es sólo la observación de la evolución de una pareja. Ya en esta tercera entrega, no hay sorpresas, ni tensión, apenas alguna discusión sobre cómo avanzar en ciertas cosas, de carácter íntimo y nada más. No les ofrecerá nada que no esperen.
Vi la trilogía completa y creo que los libros son infinitamente superiores. Pero el ritual de ir a verla en pareja (a pesar de que en el resto del mundo, el 75 por ciento de la audiencia es mujer y van a ver los pectorales y la tabla de lavar de Dornan), puede que sea algo que encienda la temperatura en las cercanías del Día de los Enamorados...