Bienvenidos al episodio (final?) de la exitosísima saga creada por E. L. James que supo cosechar adeptos por combinar erotismo y suspenso mezclando dosis de Danielle Steel y el kamasutra. Inexplicablemente esa conjunción que atrapó a millones de lectores en todo el mundo nunca pudo ser transmitida en la pantalla, y Cincuenta Sombras Liberadas (Fifty Shades Freed, 2018), no es la excepción.
Anastassia (Dakota Johnson) acepta ser la mujer de Christian Grey (Jamie Dornan), y mientras están de luna de miel en los lugares más emblemáticos de Europa reciben una comunicación que los alerta sobre el robo de información en uno de los servidores de las empresas del emporio Grey.
Regresan rápidamente y lo que parecía un robo menor termina por convertirse en una pesadilla para Anastassia al descubrir que no es otro que Jake (Eric Johnson), su ex jefe, el que está detrás de todo, quien desea cobrarse venganza por haber sido removido de su puesto.
James Foley está nuevamente detrás de cámaras y presenta la historia, sin matices, con una propuesta digna de cualquier culebrón latinoamericano, aunque hay que reconocer que las telenovelas en el último tiempo han ofrecido historias atrapantes y escenas de sexo más calientes que las de esta saga.
En Cincuenta Sombras Liberadas, y sus predecesoras, hay sexo, pero no hay erotismo, hay desnudos, pero no hay pasión, todo es aséptico y preparado con antelación, todo queda en un recuerdo de aquello que tal vez en las páginas del libro evocaban situaciones y planteos sexuales arriesgados y acá queda en vergüenza y velamiento.
Los protagonistas se prestan a una nueva aventura, pero lo hacen con el ánimo y el espíritu de no involucrarse demasiado, como si supieran que tienen que cumplir con el cierre de la historia sin siquiera imponer en su actuación algún matiz.
Anastassia en la piel de Johnson recibe noticias de acoso, engaño, secuestro, con la misma expresión en su rostro, al igual que Grey (Dornan), que cada vez que intenta transformar en rectitud sus órdenes termina por generar risas en los planteos sexuales que le hace a su mujer.
Hay también una particular mirada sobre la mujer, peligrosa, y el rol que debe tener en la sociedad, sumisa y dominada, tal como en ese cuarto rojo, escondido a la vista de todo el mundo, Anastassia y Grey juegan sus fantasías sexuales.
Hacia el final del relato una vuelta de tuerca impone un ritmo policial que desplaza de género al registro, siendo tal vez uno de los momentos en los que la propuesta ofrece algo completamente diferente a aquello que predecía, pero que termina resolviendo de una manera torpe y precipitada.
Cincuenta Sombras Liberadas es una película menor que gracias a la fama de la franquicia y al éxito de los libros en los que se inspira, le asegura un gran número en la taquilla (las ventas anticipadas de entradas son exorbitantes), esperemos que este sea el episodio final de una mala trasposición que no supo aprovechar y comprender el potencial de generar un producto cinematográfico erótico para las audiencias.