De mal en peor
Transposición de la novela de E. L. James, esta segunda parte de la saga que vendió millones de ejemplares en todo el mundo profundiza todos los defectos que ya estaban en Cincuenta sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015), su antecesora.
Promocionada como un relato que escandalizará y excitará en altas proporciones, lo que en verdad consigue Cincuenta sombras más oscuras (Fifty Shades Darker, 2017) es, en el mejor de los casos, un par de sonrisas socarronas. Esta suerte de revival del pornosoft más berreta de los ’90 –pero sin ninguna intención de parodiarlo- sigue la historia de amor que la tímida y angelical Anastasia Steele (Dakota Johnson) y el multimillonario y adepto al bondage Christian Grey (Jamie Dornan) iniciaron en la película anterior. Es una historia de amor un tanto trunca, signada por el deseo de ella de “convertir” a su objeto de deseo en alguien más adepto a los besos y abrazos que a los latigazos y los juegos de dominación. Pensada como una continuación, esta segunda entrega parece más bien una prolongación innecesaria.
Las “variaciones” del caso vienen dadas por la rutina laboral de la joven, secretaria de un gerente editorial tan buen mozo como su novio. Algo que no tardará en traerle problemas con Mr. Grey, quien apenas se cruce a su jefe no podrá –ni querrá, bah- reprimir su personalidad celosa y posesiva. Al mismo tiempo, en esta oportunidad tendremos más datos de la “iniciadora” del muchacho en el arte del “maestro y esclavo”; una MILF interpretada por Kim Basinger que parece recién salida del quirófano. ¡Y….listo! Los mismos problemas de antes, pero con dos villanos de manual.
Por lo demás, la película –dirigida por James Foley, en plan de piloto automático- luce tan publicitaria como la primera parte. Su “hilo argumental” bien podría reducirse a: se unen, se acuestan, se pelean, se vuelven a unir… se acuestan, se celan, se distancian, se vuelven a unir… Se separan, se descubre algo que se intuía, se gritan, se acuestan y se vuelven a unir… Para ser más gráficos, el “se acuestan” queda explicitado de una forma rutinaria, con menos erotismo que la cópula entre dos amebas. Porque ya sabíamos que, por lo que vimos antes, no podíamos esperar “osadía”. Pero en medio de tanto trazo grueso, de tanta situación que bordea el ridículo, de tan poco carisma en la pareja protagónica, ¿no se les ocurrió pensar en que este es un film erótico? A juzgar por el resultado, ni a eso le dieron importancia.