Varias veces regresó el maestro José Martínez Suárez a Villa Cañás. Una vez, hace diez años, lo hizo para participar en la reinauguración del cine local y hacerles vivir a los chicos esa experiencia que hoy pocos en el interior conocen, y que es participar de una función en una sala enorme, con pantalla enorme, y un enorme griterío colectivo de infancia feliz. El los preparaba para ese disfrute, y cómo recordaba entonces su infancia, su patria, como decía, citando la vieja frase de Rainer Maria Rilke. Solo que en las páginas del poeta eso está cargado de melancolía, y en la voz de Martínez Suárez estaba lleno de santafesino orgullo y alegría. Compañeros de viaje fueron invitados tres amigos y también colegas en el oficio y el sentido del humor: Mario Sabato, que se autodefine “director en Retiro Efectivo”, Christian Bernard y Sebastián Hermida, que fue con su cámara. Suyo es el registro de esos días, el paso del maestro Martínez Suárez frente a la escuela donde aprendió a leer, y ante la cual se descubre la cabeza con respeto; las caminatas por las calles tranquilas, el encuentro con los viejos amigos, las risueñas confesiones al reportaje de las periodistas escolares que lo miran con asombro. Ese viejo tenía más energía, más lucidez y memoria que el más despierto de los niños, y un corazón que se renovaba cada noche, igual que la cabeza. Justo esta semana se cumple su primer aniversario, y es muy bueno encontrarlo de nuevo en este “Cine de pueblo”.