Cine de pueblo, una historia itinerante

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

UNA HISTORIA SENCILLA

En 2009, José Martínez Suárez regresó a su pueblo natal, Villa Cañás, con el objetivo de participar de la reapertura de un viejo cine, que era el cine de su infancia. Martínez Suárez fue una figura emblemática para la cinematografía nacional: gran director, con películas indispensables como Dar la cara, también docente ejemplar y tutor de una generación brillante de realizadores, además de figura itinerante del Festival de Cine de Mar del Plata, del que fue presidente hasta su muerte el año pasado. Por lo tanto, la idea del regreso que enmarca el documental de Sebastián Hermida adquiere múltiples aristas si tenemos en cuenta los ecos que reverberan en la memoria de un personaje que tiene la capacidad de convertir todo en relato. Cine de pueblo, una historia itinerante es precisamente un documental para nada ampuloso, que se ciñe a su personaje y su lugar, y que se vuelve -por eso mismo- bastante entrañable.

Hermida es sincero, confiesa su cariño por el personaje desde el mismo comienzo con su voz en off. Incluso lo hacen los acompañantes de Martínez Suárez en este viaje, los también directores Mario Sábato y Cristian Bernard. A partir de ahí, es poco lo que se pueda objetar de su película: es un retrato cariñoso y muy cálido, como parece ser la vida en un pueblo donde hasta el rincón de una vidriera de un comercio se convierte en Historia para el protagonista. Cine de pueblo… pone a Martínez Suárez en primer plano y se vale de sus anécdotas, su forma de decir, la historia personal que lo respalda y su constante vocación docente a la hora de exponer cuestiones cinematográficas. Su definición sobre el cine de Antonioni es una boutade que se le permite al maestro. La película aprovecha la entrevista que le hace un grupo de alumnas de una escuela como inesperado espacio confesional.

Martínez Suárez tuvo una virtud poco habitual, si su vida estuvo atravesada por el cine, desde los recuerdos de la infancia hasta aquello en lo que logró convertirse (director, docente de cine y director de un festival), su presencia logra ser también magnética para la cámara: por eso que la potencia emotiva del regreso al terruño queda un poco relegada a su vital andar. En el encuentro con sus viejos amigos o con los pequeños que asisten a una función de cine se fusionan el Martínez Suárez persona y el Martínez Suárez personaje: que muchas veces, por el enorme recorrido de vida, son el mismo. Hermida pone la cámara y acompaña, su documental elude cualquier virtuosismo formal que podría entorpecer la claridad del personaje. Por momentos se transmite esa bonhomía que uno, desde el estereotipo, adjudica a la vida pueblerina. Pero al fin de cuentas Cine de pueblo, una historia itinerante es eso, un registro bonachón de una experiencia amable e inolvidable.