Los que odian al circo lo seguirán odiando y a quienes les gusta lo odiarán
Si el arte fuera sólo retratar la belleza muchos podríamos ser artistas. Pero, sin embargo, el cómo decirlo es la clave que hace que algunos sean artistas y otro no. Esta pequeña reflexión sonó todo el tiempo en mi cabeza durante el transcurrir de Cirque du solei: mundos lejanos. En los últimos años, más allá del desgaste que ha sufrido el circo como entretenimiento, esta compañía ha logrado hacerse de prestigio por la calidad de sus espectáculos y su continua actualización. No pongo en duda que el show que brindan (aunque no tuve el gusto de verlo personalmente) es bueno, pero esto no garantiza que el mero registro de sus acrobacias tenga por resultado una película pasable.
Con la ausencia de una historia que sea formadora de un relato, se crea la expectativa de estar al frente de una película meramente estética. En parte es así, aunque igual aparece una pequeña historia de una chica que se pierde entre los espectáculos del circo buscando al hombre del que se ha enamorado. Aun así, no se mantiene una línea, por momentos se le da lugar a la búsqueda de la enamorada y por otros se la excluye de la escena sin dar muchos fundamentos. Pero aquí no está su peor error. Cirque du solei: mundos lejanos peca de generar expectativas sobre lo estético y no poder llevarlas a cabo como película. Una de las características del circo es que trabaja con los sentidos, intenta mantener a los espectadores atentos y sobrepasados de estímulos. El registro no logra mostrarnos ese efecto y está bien que sea así si se generara una nueva forma de ver las acrobacias. Pero el problema es que todo el tiempo nos damos cuenta que estamos viendo parte del espectáculo, no se logra generar un material nuevo. Esto lleva a que seamos conscientes como espectadores de que no podemos apreciar bien los trucos y la escenografía. Algo parecido sucede con la musicalización. Al parecer, se mantienen las canciones y los efectos de sonido que utilizan en las funciones. Pero en numerosas ocasiones queda en diferente sintonía lo que vemos con lo que escuchamos. Hay un momento, por ejemplo, en el que oímos fuegos artificiales y estamos viendo algo totalmente distinto.
Con respecto al 3D, tampoco está bien utilizado. No es la primera vez que una película lo utiliza no habiéndolo planificado de antemano. Pero más allá de eso, se recurre al 3D y realmente resulta un dolor para los ojos. La elección de los elementos que toman relieve es sumamente arbitraria y se perciben cortes desprolijos que dan un fin súbito a la ilusión de acercamiento. Es curioso, por ejemplo, cómo en muchas escenas se filma al cuerpo humano: se les corta la cabeza a los personajes y queda sumamente desprolijo. Hay unos pocos momentos, sobretodo durante las acrobacias en el agua, donde sí se logra un buen efecto.
Por otro lado, los tiempos de la película son lentos y al no poder apoyarse en una belleza estética ni en una historia se crea un ambiente tedioso. Sin ser un film de mucha duración, la falta de ritmo hace que parezca interminable.
Todas las referencias anteriores no hacen más que reforzar la idea de un film poco planificado y carente de un nuevo mensaje que trasmitir. Se limita a reproducir, y ni siquiera bien, el espectáculo del circo, sin crear nada propio.