Historias de nómades
El mundo del circo puede provocar felicidad, temor, placer, rechazo. Cada espectador sabrá cómo se ubica dentro de ese universo de artistas nómades y de recorridos interminables por carreteras y rutas con un destino fijo que conoce de triunfos y derrotas.
El documentalista Andrés Habegger (Historias cotidianas; Imagen final), junto a Diana Rutkus, centro esencial del relato, construyeron un trabajo sobre una familia de artistas circenses, aquellos de la vieja guardia, lejos de las luces de neón y el éxito económico. Sobrevivientes de pistas, el grupo de trapecistas, magos, equilibristas y artistas que recorrieron caminos de acá para allá, representan el sector testimonial del relato. La familia Rutkus es el sujeto de la historia, el eje por el que circulan horas de ensayo, trabajo arduo y laborioso, ejemplificado por el director y su cámara en un conjunto de anécdotas y hechos donde se fusiona aquel pasado lúdico y feliz y un presente de añoranza y melancolía.
Diana sale a la búsqueda de sus orígenes entrevistando a familiares y a otras personas de ese mundo al que Cirquera muestra desde la trastienda, lejos del aplauso y la repercusión en boletería. En ese sentido, Habegger explora al individuo pero también a los objetos y a los espacios vacíos, emulando a los trabajos de Gustavo Fontán, otro documentalista argentino que se aleja de los clisés y las convenciones del género. Hay lugar para la emoción a través del recuerdo o del bienvenido silencio frente a los viejos carteles y las añejas hojas de un diario. El paso del tiempo no puede detenerse, nos dice Cirquera con importante énfasis, pero lo esencial es que Diana convive con sus orígenes y, finalmente, encuentra su lugar en el mundo. En aquel mundo feliz y triste al mismo tiempo.