Ciudades de papel, basada en la exitosa novela de John Green, es un buen retrato de la amistad adolescente.
"Todos nos merecemos un milagro”, dice la voz en off de Quentin (Nat Wolff) para introducirnos en Ciudades de papel, la nueva película basada en un best seller de John Green, autor de la exitosa novela Bajo la misma estrella, llevada al cine en 2014 y acompañada del mismo éxito que el libro.
Acá el asunto también huele a espíritu adolescente y el milagro que le sucede a Quentin es el del amor. La niña Margo Roth Spiegelman llega al barrio a vivir justo enfrente de su casa. Quentin se enamora y no tardan en hacerse amigos inseparables. Hasta que llegan a la adolescencia y un buen día Margo (Cara Delevingne), después de vengarse de un exnovio con ayuda de “Q”, desaparece súbitamente.
Uno de los temas principales del género coming-of-age es el fin de una etapa y el aprendizaje que conlleva la misma. Esto permite ubicar a las historias, en la mayoría de los casos, en el último año de la secundaria, lo que da pie al baile de graduación y su consiguiente problema: conseguir a esa chica o a ese chico que no los haga quedar como perdedores solitarios y, en lo posible, que los haga perder la virginidad antes de cumplir la mayoría de edad.
El fin de la secundaria no sólo significa tener que irse del pueblo para estudiar en la universidad sino también separarse de los amigos. Por eso todas las películas de adolescentes son sobre la amistad, sobre esas primeras amistades que marcan a fuego. Y es ahí donde Ciudades de papel se hace fuerte, en la relación de ese trío que conforman Quentin, Ben (Austin Abrams) y Radar (Justice Smith), al que se le agregan la novia de Radar (Jaz Sinclair) y la hermosa Lacey (Halston Sage).
Los cinco emprenden el típico viaje aventurero en busca de Margo, viaje que funciona también, y tan bien, como un viaje interior (fortaleciendo los lazos que los unen). Así, la película dirigida por Jake Schreier se vuelve una road movie intimista de adolescentes, que recorre las convenciones del género de manera digna y fresca, con momentos tímidamente emotivos (la secuencia de Ben orinando en el auto es un verdadero logro). También destaca la banda sonora, que encaja muy bien cuando los adolescentes están juntos.
La gran falla está sin dudas en no haberle dado más protagonismo a Cara Delevingne, y en haberle asignado un personaje poco querible (quizás si le daban el papel de Halston Sage hubiera sido un golazo). Cara es carismática y especial como Margo. Pero, al contrario del personaje, Cara es una mujer imposible de odiar. A pesar de esto, lo positivo de Ciudades de papel es que sirve como una puerta de entrada al género para las nuevas generaciones.