Adolescencia genérica.
John Green es hoy por hoy el Stephen King de la llamada literatura young adult: sus libros se venden en cantidades industriales y los estudios de cine se pelean por sus derechos para futuras transposiciones a la pantalla grande. Ciudades de Papel toma distancia de Bajo la Misma Estrella (éxito gigantesco tanto en venta de libros como de entradas para su versión cinematográfica), porque se enfoca en relaciones algo menos forzadas y más incorporadas al imaginario sobre la cotidianeidad del adolescente medio estadounidense, sumado a un contexto extemporáneo buscado voluntariamente. Sin embargo, la mirada y el interés de Green sobre el destino y el azar se establece desde el principio con la voz en off de Quentin (Nat Wolff), quien esboza una teoría laxa sobre las probabilidades de que cada ser humano sea el protagonista de un hecho milagroso como ganar la lotería, casarse con la reina de Inglaterra y otros ejemplos que menciona.
Quentin se enamora de Margo (Cara Delevingne) apenas la ve. Inevitablemente, por vivir ambos uno enfrente del otro, se hacen amigos pero con el correr de los años ella adquiere una fascinación por vivir sin planes y disfrutar del momento. Luego de un tiempo, Margo recurre a Quentin y le hace vivir una noche de situaciones extraordinarias (al menos para su mundo), y a la mañana siguiente ella desaparece. Comienza el misterio, del cual él recoge el guante para iniciar una investigación con la colaboración de sus mejores amigos. La historia se encabalga sobre los rasgos más característicos del indie comercial: planos observacionales, música suave con sintetizadores y mucha filosofía espontánea. También se percibe una filiación, inevitable, con el “coming of age” pero ni John Green ni el director Jake Schreier (Un Amigo para Frank) son John Hughes: sus lecturas sobre el comportamiento adolescente carecen de particularidades, más bien se inscriben en una estructura bastante genérica, casi de publicidad de gaseosas.
Muchas veces se ha dicho -y nunca está de más decirlo- que más importante es cómo se cuenta una historia que la historia en sí, y en Ciudades de Papel la estrategia es personalizar poco, generalizar mucho y ofrecer metáforas bien empalagosas sobre un existencialismo pop, la más evidente de ellas es la que atraviesa toda la narración, la que refiere al título. Ni siquiera las actuaciones de Austin Abrams (promesa de actor de comedia nato) y Justice Smith -en los roles de los amigos de Quentin- logran compensar el carácter insulso que desborda la pareja protagónica de Nat Wolff y Cara Delevingne. Ciudades de Papel se ubica, sin matices, en la columna de los films que generan indiferencia porque tampoco hay rasgos culturales, generacionales o de época que marquen a esta película, lo que hace que todo sea todavía más abstracto o incluso parte de una necedad para retratar, de manera singular, un período de la vida tan trascendente como es el pasaje a la adultez.