Una boda, una novia fugitiva y una wedding planner con look de azafata en apuros. Enumerado de esta forma, pareciera que estuviéramos ante una clásica película de Julia Roberts llena de azúcar, vaivenes y ocurrencias. Por el contrario, aquí nada es lo que parece. Con un tono más cercano al film Recortadas (2009) que a su última obra, la comedia romántica 20.000 Besos (2013), el director Sebastián De Caro nos ofrece una historia sombría e inquietante repleta de simbolismos que se oculta bajo el disfraz de una comedia de enredos.
La película sigue los pasos de Claudia (Dolores Fonzi), una meticulosa y obsesiva wedding planner que se rehúsa a hacer el duelo por la muerte de su padre con la excusa de abocarse de lleno a su trabajo. Para Claudia, la excelencia es la única posibilidad, tan así que hasta en el funeral de su progenitor la joven se muestra más pendiente del café y la mala distribución de la sala que de lo que en realidad está ocurriendo allí y en su vida. En la misma semana, Claudia recibe el encargo de organizar una boda que desde un principio resulta bastante misteriosa. Cuando horas antes de la fiesta la novia le confiesa que en realidad no quiere casarte y que necesita huir urgentemente de allí, Claudia sabe muy bien lo que debe hacer. Ella parece haber estado siempre preparada para este momento y por supuesto, no dejará que nada escape de sus manos.
Claudia es un film sumamente inusual dentro de nuestra cinematografía. Al igual que la también estrenada este año Muere, Monstruo, Muere de Alejandro Fadel, la película bebe del estilo alucinatorio y ominoso de cineastas como David Lynch para contar un relato que en la superficie resulta mucho menos profundo de lo que en realidad es. Escrita por De Carocon la colaboración de Matías Orta y Diego Acorssi, el guion se desliza por los márgenes de un misterio que apuesta a la interpretación del espectador y que mantiene la tensión y la intriga constante de principio a fin.
En Claudia, el carnaval carioca se convierte en un festín satánico donde la novia representa el sacrificio, aquel animal inocente que debe ser entregado a un ser oscuro a cambio de algo superior que trasciende nuestra frágil humanidad. Las interrogantes se acumulan a medida de que el film avanza a paso apresurado, casi tanto como esta extraña boda que exalta las expectativas de los familiares.
Es menester recalcar las actuaciones de un elenco diverso, compuesto de figuras tanto del mainstream como del indie, donde cada uno parece haber comprendido las intenciones del autor y se entregan a la historia en un tono correcto. Desde la sugerente y excelentísima Fonzi, pasando por Laura Paredes en un rol pintoresco como su compañera de trabajo, hasta la participación de Lali Espósito, quien aquí se encarga de la banda sonora.
Claudia es de esas películas que sin duda continuará rondando en la cabeza del espectador bastante tiempo después de haberla visionado. Una que demuestra como nuestro cine independiente no teme avanzar por lugares poco comunes y muchas veces, incomprendidos.