Claudia Segovia (Dolores Fonzi) es una “Wedding Planner” que, en plena tragedia familiar, acepta la solicitud personal de sustituir a una de sus compañeras que trabaja para su misma empresa organizadora de eventos. Ya presente en el escenario de trabajo, la protagonista toma una serie de decisiones que paulatinamente desorienta a los familiares de la boda y a su colega asistente. Entre tanto, Claudia y esta última son tomadas por asalto con una anomalía que, a base de protocolo, la definen como “N 23”: la cual atenta no solo con poner en riesgo su más reciente ocupación, sino más bien con difamar su reputación profesional.
Con ‘20000 Besos’, el director y guionista Sebastián De Caro había elaborado –voluntariamente, o no- una extensión de la esencia del personaje que encarnó en la serie ‘Todos Contra Juan’, ese que invertía buena parte de su vida en aludir constantemente a fenómenos cinematográficos de la cultura popular. No estamos arremetiendo contra este rasgo, lo señalamos porque en ningún momento se ve presente en ‘Claudia’. En realidad, si, se nombran un par de títulos en una escena y la torta del casamiento es un monumento a un ícono más que reconocido del cine de la década de 1980; además, Claudia se apropia de una oficina muy reminiscente a la de Marlon Brando en la primera entrega de ‘El Padrino’. Sin embargo, estos, como muchos otros elementos cinéfilos que vemos al transcurrir la obra, son puestos en escena por una visión que claramente los ha ingerido y los respeta sin ser evidente.
No hay mensajes que se pongan por encima de la historia de la película, y esa es una de las mejores claves con las que trabaja De Caro. Nada es gratuito, por el contrario, todo es desafiante. Si se nos pone un chiste de frente –al margen de que nos cause gracia, o no- se lo hace para disfrazar a un rumbo narrativo fijo con situaciones excéntricas e ingenuas. Y es fundamental señalar que esto no solo se apalanca con diálogos, viene acompañado con la banda sonora –de Diego Cano, Juan Espinosa y Patricio Browne-, y también con la fotografía de Mariano Suárez, a destacar: algunos planos generales -que últimamente suelen ser descartables- en los que vemos a la mayoría de los protagonistas secundarios teniendo conversaciones inaudibles; un más que satisfactorio plano con lente bifocal, cerca del desenlace, que es una clara oda a Brian De Palma y a la vez compone significados sin reducirse a ser un mero decorado; y el uso de colores rojo, azul y blanco –más que presentes en el póster publicitario- que opera como un estudio de contrastes respecto a la estabilidad emocional de la planificadora protagonista (o al menos es una acotada observación nuestra).
‘Claudia’, como film, se entiende fácilmente después de un primer visionado. En ese sentido, no es una película exclusivamente descifrable para los sagrados Magios de Los Simpson. Por otro lado, se presta deliberadamente para las confusiones, pero lo hace sin tomar atajos argumentales. Esto último tiende a ser menospreciado porque el espectador promedio demanda certezas ante todo. Mientras tanto, quien escribe festeja que por nuestras carteleras figuren este tipo de estrenos con elencos nacionales… y habla en plural porque, afortunadamente, la celebración se duplica la próxima semana con otro título de mismo calibre.