Se sabe que Sebastián de Caro antes que ser un cineasta (director de “Recortadas” “Rockabilly” y la más conocida del tándem “20.000 besos”) es un cinéfilo empedernido, un profundo conocedor de los géneros y un fanático obsesionado por los detalles. Es así como en sus films abundan las referencias cinéfilas de todo tipo, sabe jugar con la mezcla de géneros y construye un universo particular del que su última película “CLAUDIA”, no será la excepción.
En este caso De Caro nos plantea la historia de Claudia, personaje central que da lugar al título del filme, una organizadora de eventos que se caracteriza por su meticulosidad, su rigurosidad y su obsesivo perfeccionismo, características que se exacerban más aún, a partir de un hecho traumático que vive momentos antes de un importante evento que debe organizar en nombre de la empresa para la que trabaja.
Shockeada por estos sucesos familiares, deberá encarar la planificación de una importante boda donde a partir de una confesión de la propia novia de no querer casarse, todo comenzará a rodar de mal en peor, haciendo que la propia protagonista comience a sentirse en un espiral de descontrol interior.
Si bien el tema de no tener un género definido y por momentos, intentar abordar las situaciones en un tono de comedia desenfrenada y para luego adentrarse en los códigos más típicos de una película de suspenso en el marco de un espacio cerrado como es el de la mansión donde se desarrolla el casamiento (con algunas reminiscencias a los personajes más recordados de Agatha Christie), coqueteando también con el cine negro y el del propio Howard Hawks, De Caro como gran cinéfilo plantea un banquete, un enorme festival ininterrumpido de guiños, en los que el espectador más entrenado podrá encontrar referencias de todo tipo y en grandes cantidades.
El hecho de no querer encasillarse en ningún género le da un aire creativo y liberador que es sumamente positivo, pero al mismo tiempo la pretensión de rendir tantos homenajes y remitir a tantos géneros a la vez con esa enorme cantidad de referencias, termina haciendo que “CLAUDIA” comience a nadar en un tono indefinido que desconcierta al espectador y provoca, pasada la primera mitad del filme, cierta incomodidad que no la beneficia en absoluto.
Lo mismo sucede con el protagónico de Dolores Fonzi, una muy buena actriz que no logra encontrar el tono exacto que Claudia necesita: su impostura para la comedia luce forzada y hasta pareciese notársela incómoda en una gran cantidad de escenas que se encuentran nutridas con diálogos demasiado frondosos –típicos del desborde verbal de De Caro- que le hacen perder fluidez en ese ritmo de comedia que en algún momento se propone.
Un papel protagónico que, en principio, había sido pensado para Pilar Gamboa, una actriz que puede dar ese tono de locura y desborde permanente que Claudia requería y que, en la piel de Fonzi, no se logra enteramente.
Laura Paredes (una de las cuatro actrices que conforman el famoso grupo teatral Piel de Lava, que han sido protagonistas de la controvertida “La Flor” de Mariano Llinás) está brillante en su rol de asistente y dentro del elenco, se destacan los muy buenos secundarios de Gastón Cocciarale, Julieta Cayetina y Santiago Gobernori y, por otro lado, vemos como un muy buen actor como Julián Kartun luce completamente desaprovechado en el rol del novio.
“CLAUDIA” no solamente se jacta de armarse en torno a un juego de abundantes referencias cinéfilas sino que el propio director, en la presentación que realizó en ocasión de ser la película de apertura del último BAFICI, invitó a descubrir otras tantas como las múltiples imágenes de santos que aparecen en los márgenes de la pantalla como así también los fragmentos de cuerpos que remiten a una serie española de suspenso de la que De Caro se confiesa un fan absoluto.
De esta manera, este nuevo opus de De Caro queda entrampado y limitado en su propia propuesta, pareciera beber de su propia medicina. Funciona casi exclusivamente como un juego “solo para elegidos”, dado que sin esas múltiples menciones al cine de género y al cine de autor, a esos guiños que pueden ir desde David Lynch a Alex De la Iglesia, pasando por Quentin Tarantino, Hitchcock y Orson Welles, la película no logra estructurarse en si misma ni sostener su eje por fuera de toda esta parafernalia de referencias cinéfilas.
Los momentos de comedia se presentan como irregulares y sinuosos y los diversos puntos de interés que se presentan al inicio de la historia (con una impactante apertura con un video clip con Lali Espósito), se van diluyendo a medida que avanza la trama cuyo punto fuerte no es evidentemente la coherencia.
Es así como “CLAUDIA” queda relegada a una especie de “cadáver exquisito”, a un Frankenstein donde sus partes no encajan a la perfección, dejando al descubierto enormes costuras, para que sus fragmentos, de una manera u otra, logren cohesión.