Una boda tan ácida como negra
Claudia es lo que hoy en día se denomina wedding planner, o sea, aquellas personas encargadas de la organización de casamientos y de otras celebraciones donde subyacen el encuentro y la emoción. Pero en Claudia la emoción esta ausente merced al cálculo matizado con una sonrisa amplia y plena de impostación. Nada debe fallar en el juego del ritual que organiza, hasta que recibe el pedido de auxilio de una colega, a quien debe sustituir en una boda de gran despliegue e importancia, para el que decide cambiar el lugar de la ceremonia. Así, sin quererlo, desencadena una serie de conflictos que pueden complicar la celebración y hasta su trabajo mismo. De su arte, en el que no estará ausente la magia que los invitados aceptan en este tipo de celebraciones (ya sea como espectáculo o evasión) dependerá salvar su dignidad cuando todo zozobre.
Sebastián De Caro cambia con su argumento el lugar convencional de las películas de bodas, en muchos casos resueltas lisa y llanamente al juego de comedias de enredos, trasladándose a una zona mucho más comprometida y exigente donde la complejidad se pone de manifiesto en ese tono ácido y negro que tiene Claudia, la película, y Dolores Fonzi como su admirable, y fundamental protagonista. El elenco acompaña ese rol vital sin desentonar y la fotografía cambia la paleta cuando por fuera de todo el color se esconde lo macabro del disfrazado ritual vacío de sentido.