Claudia, un pase de magia narrativo en donde conviven logradamente varios géneros.
La película empieza con un número musical a cargo de Lali Esposito. Uno empieza a maquinar qué tendrá que ver todo esto con la historia que nos van a contar. Sin embargo, las pistas aparecen si se presta atención a la letra o -más específicamente- a la mención a una persona: Papá.
El espectador versado, intuitivo, inmediatamente pensará que esto tiene que ver con la protagonista. Pero eso es solo una de las muchas maniobras de desorientación que, como buen truco de magia, se reserva Claudia para nosotros.
Crítica realizada durante el BAFICI 21
El Conejo de la Galera
La cuestión del padre o la rebelión ante el mandato paterno y el establishment, es el gran foco de la película. Empieza como una comedia cualquiera al mejor estilo 27 Bodas, para lentamente abrirse camino a otros géneros casi sin que nos demos cuenta, pasando por el policial o el terror. La magia es la desorientación. Es hacerle creer al espectador que va por un lado, cuando en realidad y sin que se dé cuenta está yendo por otro.
Esa desorientación, esa movida de prestidigitación, tiene como máximo representante a la protagonista de Claudia. Durante una gran parte del metraje nos tiene convencidos de que es una perfeccionista al servicio absoluto de su trabajo, afectada parcialmente por el reciente fallecimiento de su padre. Mientras nos metemos más dentro de ese agujero de conejo, entre los interrogatorios improvisados, las charlas que tiene con sus compañeras cual pareja de detectives, y las presiones que recibe de sus empleadores cual comisario, no podemos evitar hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué clase de workaholic, sobre todo en la manera en la que fue presentado, cometería tantos errores? Porque la misión de una planner es hacer que el casamiento salga adelante contra viento y marea.
La respuesta no tarda en llegar y es la noción de que la verdadera pregunta que nos tenemos que hacer es ¿Hacia dónde está dirigida la lealtad de la protagonista? Pues la vemos enfocada, determinada, con el ojo en cada uno de los detalles, y sin embargo el evento se desmorona, detalle que parece no preocuparle porque a lo mejor no es la boda lo que está intentando salvar. Pero tranquilos, todo tendrá sentido al final de Claudia, y esa canción de Lali Esposito que parece no tener que ver con nada es en realidad la que está revelando todo. Solo hay que escucharla más de cerca y ver más de cerca los ojos de Dolores Fonzi.
Ahí está todo. Fríamente calculado.