Si bien es presentado como un filme encuadrado en el género del drama-suspenso, posiblemente el recurso de la directora Jimena Monteoliva, más conocida en su rol de productora, tiene en su primer trabajo como realizadora algunos hallazgos que dan para tenerla en cuenta.
El hecho de utilizar elementos del cine fantástico, del terror si se quiere, esto dado por el clima sugerente que le imprime a algunas escenas juegan de manera tal que aplica a que el espectador se sumerja en el universo del personaje.
El filme comienza cuando Olga (Susana Varela) encuentra a Juana (Cecilia Cartasegna) su joven vecina, inconsciente, sangrado y embarazada.
Juana despierta en el hospital, ha perdido el embarazo, pero se encuentra siendo indagada por Mercedes (Fabiana Bonelli), una asistente social, y Guido (Felipe Llach), un policía que la violenta para que ella denuncie a su marido.
Todos saben que la tragedia fue proporcionada por su marido, ella nada dice, su silencio tiene que ver más con una introspección.
Ella retorna a su casa, intenta volver a su vida cotidiana, como empleada de la justicia, linda metáfora pues la prosecución de fantasías, alguna transitadas desde la culpa, otras sustentadas desde lo deseado. Todas en camino claro a poder elaborar el duelo de la perdida.
Esta realización podría analizarse claramente en tercios claramente identificados El primero trabaja toda esta temática, de muy buena construcción y desarrollo. El segundo abre la puerta al discurso reflexivo que instala la directora, la violencia de género, de manera más directa, ya lo había presentado en los personajes de Guido y Mercedes. Pues la violencia de esta índole es hija dilecta de la violencia de poder, estos personajes actúan de esa manera, por arrogarse un derecho que Juana no les otorgo, nunca.
También comienza a jugarse con la aparición en la historia de Mateo (Emilio Carrazzone), primero como una voz, para luego hacer suya la pantalla, desplazando del centro de atención Juana, lo que se siente como forzado y sólo para justificar el desenlace. Perdiendo la eficacia que había logrado en la presentación y desarrollo del universo de Juana, espacios físicos incluidos, la casa que habita, jugando desde el lugar de la protección, en otros como una cárcel que tortura.
El tercero es el que trata de trabajar la idea del suspenso que no lo logra en ningún momento, hasta pecar con algunas acciones de los personajes del orden de lo ingenua, hasta llegar a otros donde lo inverosímil se hace presente, haciendo que todo lo anterior se empiece a diluir hasta desaparecer.
Si comienza a intentar cerrar el relato, por momentos se muestra apresurado.
Un filme que cumple desde los todos los aspectos, una cuidada puesta en escena, que incluye la dirección de arte, en la que la fotografía y el diseño de sonido se despliegan para otorgar el clima que las acciones y la imagen va imponiendo.
Pero lo mejor de esta producción la encontramos en las actuaciones, Cecilia Cartasegna sostiene con su muy buena actuación gran parte del texto fílmico, cuando la reemplaza en ese rol Emiliano Carrazzone también lo hace con un muy buena interpretación.
En síntesis, da la impresión que la directora hecho a mano todo aquello que le podría servir y parece conocer, sin lugar a dudas, esto dicho en términos del entrecruzamiento de géneros, pero se esparce, deja de profundizar, y el que mucho abarca, poco aprieta.