Ópera prima de una experimentada productora cinematográfica, Clementina es el relato opresivo de una mujer que, al menos en apariencia, desde la primera escena, ha sido víctima de un terrible episodio de violencia doméstica. Uno que, estando embarazada, deriva en la pérdida de su bebé. Pero a medida que avanza el relato, la intriga se corre de lugar y se instala en su extraña actitud: no denuncia al agresor, no cuenta a nadie lo que pasó, no quiere dejar su casa, no colabora con la policía ni acepta ningún tipo de ayuda. Mientras la pareja, el supuesto agresor, no aparece más que como insinuación -golpes en la puerta, llamados telefónicos silentes-. Más allá de lo polémico que pueda resultar el planteo para algunos espectadores, Clementina tiene problemas de puesta y de ritmo, con personajes que se mueven y hablan lento y pausado, como zombies o actores de una puesta de teatro experimental, desnaturalizados. Flashbacks, efectos de sonido repetitivo son recursos de los que se abusa, a medida que el clima enrarecido y casi truculento, se evidencia de manera demasiado forzada.