GRANDIOSO Y CONFUSO
Confusa, aluvional, larga, grandilocuente y pretenciosa; pero también sugerente y con buenas reflexiones, audaz y ambiciosa. Los hermanos Wachowski (“Matrix”) nos envuelven otra vez con sus tramas inseguras, cambiantes, que saltan de un registro a otro. Está ambientado en seis épocas distintas que van del pasado a un futuro lejano. Y se infla de palabras importantes. Planea sobre la libertad, las diversas formas de la esclavitud y sobre la necesidad de atar nuestra suerte a la de los otros. Si no nos perciben, no somos nada, dice un personaje. El filme -adelanta la sinopsis- es “una exploración de cómo las acciones individuales de las personas afectan la vida de otros en el pasado, presente y futuro. Como un alma que pasa de ser un asesino a un héroe y un simple acto de bondad inspira a lo largo de los años una revolución”. Pero cuesta seguir la historia. Hay actores que hacen varios personajes, narraciones unidas por un hilo argumental, una realización que tiene más de un hallazgo y más de una extravagancia y un discurso que flota entre la filosofía críptica, el cine de ciencia ficción, el palabrerío new age y una mezcla de sermón profundo y aleccionador. Hay acción, amores accidentados, personajes ricos a ideas interesantes, pero también las advertencias conocidas sobre el poder, la violencia y la deshumanización. Como siempre, esto no tiene salvación: el destino nos tiene reservado un futuro oscuro, tenebroso y desolador.