Vuelta recargada
El cine de los hermanos Wachowski (Matrix, V de Venganza) tiende al exceso. Cloud Atlas no es la excepción, pero confirma que el derroche es siempre calculado, sin gestos gratuitos y con garantía de entretenimiento. Utilizando siempre al mismo elenco actoral, aquí los Wachowski despliegan su ambiciosa sinfonía en diversos planos temporales: una isla del Pacífico en 1849, Edimburgo en 1936, San Francisco en 1974, Londres en 2012, un escenario distópico a la Blade Runner y otro tribal retrofuturista que muestra la influencia de escritores de ciencia ficción como Roger Zelazny, Ursula K. Le Guin e incluso Tolkien. De ahí surge el sexteto de cuerdas Cloud Atlas, una composición que simboliza la libertad, las leyes del universo y el desenmascaramiento de las normas sociales.
La intrusión de este símbolo es una llave que evoca el protagonismo de Hanks junto a una partenaire femenina, pero cualquier asociación con El código Da Vinci cae frente a este derroche de ingenio y humor. Como en sus obras anteriores, las ideas de un Estado orwelliano y la resistencia al capitalismo reaparecen en Cloud Atlas, pero el interrogante más sólido corresponde al desarrollo de la trama. Si bien el filme no es precursor de un cine coral desarticulado, cuyo eje tarda en emerger (a la manera de Lost, por ejemplo), es sí una de las muestras más logradas de este sistema narrativo. Y de este modo, si con The Matrix fueron precursores de efectos y estrategias argumentales, con Cloud Atlas quizá los Wachowski hayan establecido un parámetro narrativo anticonvencional para el cine de acción.