Mucho ruido y pocas nueces
El film presenta seis historias que parecen estar articuladas por una fatalidad o destino común. 1) La epifanía de un abogado en los tiempos de la abolición de la esclavitud, que descubre el valor de la humanidad en el hombre menos pensado. 2) Ocurrida en los años ´30, se trata de la tragedia amorosa de un joven y talentoso compositor inglés caído en desgracia por su homosexualidad, que debe trabajar como amanuense de un viejo músico. 3) Ocurrida en la crisis del petróleo en EE.UU, presenta la historia de una periodista que descubre un colosal complot de una empresa petrolera, poniendo su propia vida en peligro. 4) Este cuarto relato ocurre en nuestros días, y desarrolla la historia de un publicista y editor de novelas caído en desgracia por deudas, que es estafado por su propio hermano. 5) Ocurre en un escenario futurista, en la nueva Seul, un mundo dominado por un capitalismo salvaje en donde la única ley que vale es la ley del consumidor. En ese mundo, una de las trabajadoras se ve envuelta con el grupo de los rebeldes. 6) Nos encontramos en un escenario post apocalíptico en el que vive una pequeña comunidad de campesinos asediados por una tribu de feroces guerreros.
La exposición y convergencia de tramas diversas ubicadas en temporalidades distintas, pero desarrollándose en simultáneo, salva a la película de caer en el tedio en más de una ocasión. La estrategia narrativa está lejos de ser novedosa; el director norteamericano David W. Griffith la realizó por primera vez en 1916 dando al naciente arte cinematográfico su primera obra maestra. Ese film se llamó Intolerancia.
El film que nos ocupa es grandilocuente, pero no grandioso. Presenta básicamente dos fallas que resultan fundamentales para la solidez del relato: la primera, y más importante a mi juicio, es que el encadenamiento general de las seis historias resulta demasiado débil como para conseguir la unificación pretendida. En algunos casos, el lazo que supuestamente parece unirlas resulta excesivamente forzado y artificioso, despojando a la narración de toda unidad dramática. Algunas de las historias (como la segunda, en particular) podrían haber sido un film completamente independiente, ganando de ese modo mucho más que en este marco caleidoscópico de historias coloridas pero inconexas.
La segunda falla está asociada a la superficialidad del concepto que pretende desarrollarse: la conciencia de la humanidad no sólo en mi propio sometimiento, sino en el sometimiento del otro, que tiene su momento de mayor auge –y consistencia- en la 2 y 5 historia, pero se degrada hasta tornarse risible en las historias restantes. Si bien la tesis del film no se caracteriza por presentarse con una claridad cartesiana, debemos suponer que la totalidad del relato está organizado en torno a los procesos de liberación física y/o mental de unos individuos en condiciones de extremo sometimiento, e imposición de las libertades individuales. Como suele ser común en la narrativa cinematográfica contemporánea (y como lo han trabajado los propios hermanos Wachowski en la saga Matrix), dicho proceso de emancipación siempre es movilizado por un individuo excepcional que adoctrina más tarde o más temprano a una masa de sometidos que parecen no tener voz, conciencia ni poder de transformación. Para la cinematografía tradicional la visión de las masas está atravesada por dos concepciones: o bien la masa es una pura pasividad automatizada, sin sentimiento, conciencia o capacidad de posicionamiento, o bien es una fuerza irracional y sin dirección. En cualquiera de los casos, siempre requiere del individuo excepcional que enciende o encamina la acción transformadora. Lo vital es siempre el individuo. Y esto precisamente se enfatiza hacia el final del film cuando el abogado, ante el mal augurio de su suegro por el camino abolicionista en el que se va a meter, que le dice “tu voz será sólo una gota en el inmenso océano”, responde “el océano no es más que la suma de esas gotas”. Esta pseudo teoría del cambio social no sólo implica que las masas deben ser siempre dirigidas por un individuo privilegiado, sino que impide fundamentalmete entender o establecer un mínimo vínculo de contigüidad entre el sujeto transgresor y su contexto o su ambiente social. El mesías es siempre y por definición un deus ex machina, un agujero negro inexplicable en el universo social.
El film cuenta con excelentes actuaciones, si bien a mi juicio abusa excesivamente del recurso de utilizar -innecesariamente- a los mismos actores para roles en diferentes temporalidades, con propósito de subrayar la continuidad entre las historias y la unidad del destino que las une.