Johnny (Joaquin Phoenix) es un productor y conductor de radio, que recorre grandes ciudades de Estados Unidos, entrevistando adolescentes para que le cuenten su visión del mundo y del futuro. En plena gira de grabación de su programa, se desata una emergencia familiar y tiene que hacerse cargo por un tiempo de Jesse, su sobrino de 9 años (Woody Norman). C´mon C´mon cuenta los vaivenes de esa relación precaria y vulnerable que tienen que construir en medio de un contexto familiar y social que muestra los claroscuros de la vida cotidiana y los lazos humanos en esta historia conmovedora del guionista y director Mike Mills sobre las relaciones entre adultos y niños, donde el pasado y el futuro confluyen en la postmodernidad.
Mike Mills tiene en su historial una película inspirada en su padre (Beginners) y una película inspirada en su madre (Mujeres del siglo XX). En C’mon C’mon, explora, de manera delicada, la riqueza y complejidad en la relación entre los adultos y los niños, inspirada en su propia experiencia como padre. Al mismo tiempo, sondea un tema más universal: la idea del futuro, en nuestras vidas y en la sociedad en general, mezclado con una gran dosis de nostalgia, que se pone de manifiesto en darle protagonismo a la radio, un medio de antaño, casi olvidado en tiempos de redes sociales y podcasts, para hablar del futuro de los jóvenes, además de la elección de filmar en un blanco y negro, con gran belleza, como símbolo de esa pátina gris plateada que recubre los recuerdos de infancia. Ese contraste de escalas también está presente en el tratamiento de tiempo y espacio, ya que el director hace foco en escenas que son flashes de pura cotidianeidad, en espacios reducidos e íntimos como una habitación, una cocina o una bañera, al tiempo que nos lleva a las calles de grandes ciudades como Detroit, Nueva York o Los Ángeles. La vorágine urbana y el mundo del trabajo establecen un contrapunto con la percepción del paso del tiempo desde la vivencia de Jesse, ya que el director se detiene a señalar cómo los niños viven la vida como mirando el minutero y un momento que parece intrascendente puede marcar para ellos un hito en su existencia, mientras que en el recuerdo a los adultos se nos vuelan las hojas del almanaque como en un remolino.
Otro punto interesante en la trama es que no se trata de una oda al tío superhéroe que acude al rescate sino que retoma un proverbio africano que dice: “Para criar a un niño hace falta una tribu entera” y aporta una visión que redime el rol de las madres solas (como Vivi, muy bien retratada por Gaby Hoffmann), obligadas a enfrentar un sinfín de escollos y dramas cotidianos en su rol de cuidadoras (familias/islas sin red de contención, el deterioro y la muerte de los padres ancianos, o el padre ausente por problemas de salud mental). Citando a Jaqueline Rose, Mills dice: “La maternidad es el lugar de la cultura donde enterramos nuestros conflictos. Las madres son tomadas como chivo expiatorio de todo lo que está mal, y esperamos que reparen el mundo y lo vuelvan inocente y seguro”.
La película tiene ciertos puntos de contacto con Belfast, otro estreno de este año en blanco y negro, que también recorre el camino de la nostalgia por la patria, por aquello de que “La patria es la infancia”, y como en el filme de Kenneth Branagh (ganador del Oscar 2022 al mejor guion), Mills cuenta con un niño extraordinario a cargo de uno de los personajes centrales. La actuación llena de personalidad, encanto y naturalidad que nos regala Woody Norman, quien se para de igual a igual frente al siempre preciso y potente Joaquin Phoenix, le confieren a este filme duro que está lejos del cuentito rosa tipo Familia Ingalls, una enorme cuota de empatía y ternura, gran acierto para este proyecto que capta la relación entre niños y adultos como un retrato vivo, que nos recuerda que los chicos no siempre “son de goma”, como diría Serrat, y que les puede resultar difícil adaptarse a todo y seguir, seguir, seguir, cuando no le encuentran sentido al mundo adulto.