atih Akin cambia de registro. El director alemán de origen turco que logró transmitir con rigor los dramas de una minoría silenciosa y poner en cuestión su identidad, apuesta por una comedia ligera, fresca y emotiva, sin descuidar la mirada amarga sobre el contexto socioeconómico de su país. El Soul Kitchen es un bodegón popular de Hamburgo que funciona como centro emblemático alrededor del cual se construye la trama de la película. Zinos, su joven propietario, es el antihéroe absoluto que acumula problemas, injusticias y equívocos. Su pareja decide irse trabajar a Shangai, su nuevo chef auyenta a los habitués y el fisco le reclama una pesada deuda. Todo se complica aún más cuando Zinos decide ir en busca de su mujer, confiando el restaurante a su hermano Illias, recién salido de prisión. El protagonista genera una profunda empatía y nos conduce, al compás de sus calamidades, por una galería de personajes extravagantes, entre los que encontramos a Birol Ünel, el gran protagonista de Contra la pared, personificando a un cocinero lunático que intenta en vano imponer sus platos a los clientes del Soul Kitchen, acostumbrados a la comida chatarra.
La música juega un papel preponderante, como en toda la filmografía de Akin. Los standards de funk y soul forman el esqueleto de varias secuencias, los bailes se integran a la narración con naturalidad y la cámara adopta sus ritmos siguiendo el desplazamiento de los personajes. La cadencia del montaje refuerza el dinamismo de los gags. La tipografía y la estética demodé del restaurant confirman a nivel visual la voluntad de hacer referencia a la escena negra americana de los años setenta. Sin embargo, el director no abusa de los códigos y favorece una puesta en escena sobria que evita caer en la parodia y conserva su arraigo con lo cotidiano. El uso de cámara en mano aporta una perspectiva documental que consolida la comedia sobre una realidad tangible. Como buena parte del mejor cine contemporáneo, la película también describe las profundas convulsiones que viven numerosas ciudades, cuyos barrios populares son demolidos y sustituidos por nuevos complejos inmobiliarios que relegan a sus antiguos moradores a la periferia. Fatih Akin, como Pedro Costa, José Luis Guerin o Jia Zhang-ke, retrata el alma del barrio y de sus habitantes antes de que desaparezcan definitivamente.