Sabroso y picante
Comedia alemana que crece y crece hasta comprar al espectador.
Premiada en Venecia, Cocina del alma es la película menos dura y más divertida de Fatih Akin. El tema sigue siendo el mismo de sus más viscerales Contra la pared y Al otro lado , con el mestizaje cultural atravesando las acciones.
Aquí Zinos (Adam Bous- doukos) regentea un restaurante de comida más bien rápida, con lo más sencillo que pueden digerir sus habitués, operarios de esa zona de Hamburgo: salchicas, hamburguesas, pizzas. Pero al presenciar en otro restaurante cómo es despedido un chef, éste terminará cambiándole no sólo la carta al Soul Kitchen (soul en verdad entendido como ritmo musical, aunque la traducción permita la doble interpretación de alma) sino también su fisonomía. Habrá otro público, otros ingresos y también otros riesgos. Algún ex compañero del colegio de Zinos verá la oportunidad de emprender un negocio inmobiliario allí, quiere comprar el establecimiento para erigir un condominio y hará lo que sea -literalmente- para arruinar a Zinos y los suyos.
Precisamente allí, en quienes rodean al simpático y bonachón Zinos, está lo mejor que Akin supo retratar, ahora decidido a largarse a la comedia con tintes sociales. Desde la presentación de su hermano (preso, que sale con permiso, muy jugador) al chef o la mesera Lucía, más un marino inquilino, los músicos que ensayan y zapan allí gratis, o Nadine, la novia de Zinos que se cansa de sus postergaciones y se va a trabajar a Shanghai.
Lo que logra Akin es consustanciarnos con este perdedor de Zinos, a quien le pasa de todo, pero saca fuerzas de donde sea. Los diálogos tienen ritmo, la trama va creciendo a medida que conocemos más y mejor a los protagonistas, el humor pica alto: Cocina del alma tiene todo para ser un éxito, salvo las pocas salas en que se estrena.
Los actores Adam Bousdoukos y Moritz Bleibtreu (los hermanos) están un peldaño más arriba en esta comedia en el que los buenos, como antes, siempre ganan.