Coco transmite todo lo que se propone. Valores familiares, tradición, cultura y sobre todo, corazón. Pixar sabe como tocar la fibra íntima y en los momentos justos, sin golpes bajos ni momentos extremadamente sensibles.
A lo largo de los años, la compañía de animación más importante del mundo ha regalado al séptimo arte historias y personajes maravillosos de toda clase, colores, especies y motores. Desde sus primeros trabajos en conjunto con Disney, con Toy Story en 1995, Pixar enseñó un antes y un después en cuanto a películas animadas, dejando atrás, las viejas animaciónes en solitario del estudio del ratón. Además de seguir demostrando que son los mejores en cuanto a detalles y paisajes animados, un aspecto que siempre destacó de la empresa de la lamparita son las historias, Pixar tiene la facilidad natural para hacer historias conmovedoras que dan en el punto justo del alma y que involucran al espectador con la película, como en el caso de UP: Una aventura de altura.
En esta oportunidad, la empresa fundada por Edwin Catmull y Alvy Ryan Smith vuelve con una historia que tiene como protagonista a un latinoamericano en una de las festividades más importantes de la cultura mexicana: el día de los muertos. Esta fiesta popular de México va mucho más allá que una simple excusa para disfrazarse y pedir dulces como sus hermanos del norte. En las tierras de Chespirito y Luis Miguel, el día de los muertos se festeja con mucho corazón y respeto por aquellos que ya no están y enalteciendo sus espíritus. Otorgando ofrendas y haciendo distintos tipos de rituales y “fiestas” en su honor, el pueblo mexicano pasa días y noches preparando este momento especial del año.
Coco, es la película que presenta a Miguel Rivera, un muchachito que pertenece a la familia zapatera por excelencia de su ciudad natal. Pero lejos de querer ser un experto zapatero, Miguel tiene un don que en su familia no es bien visto, el de ser un hábil guitarrista y amante de la música, inspirado sobre todo por el gran Ernesto de la Cruz, un mariachi super famoso. Hace varias generaciones que los Rivera tienen prohibido acercarse al mundo del espectáculo, por un motivo bastante sensible. En su lucha por querer salirse del estricto régimen de su hogar, Miguel contará con la ayuda de su fiel y simpático amigo Dante, un perrito que es tan servicial y amistoso como torpe y hambriento. Como último “requerimiento” el pequeño aspirante a músico necesita el instrumento indicado para poder tocar y destacarse. En su intento desesperado por poseer el instrumento, y en medio de la celebración del día de los muertos, Miguel es llevado junto a su amigo a la tierra de los muertos. Miguel deberá volver a su hogar antes del amanecer si no quiere permanecer allí para siempre y junto con Dante, recibirá la ayuda de un errante y desafortunado sujeto, llamado Héctor.
Coco no es una “peli de dibujitos más”, todo lo contrario. Está todo tan perfectamente logrado que uno pierde la noción que está en presencia de una historia animada. Esta sensación, a la que Diney y Pixar tienen a todos acostumbrados, no puede dejar de destacarse y se tiene que valorar como se debe. No se puede juzgar este film como una película infantil, porque no lo es. Hace rato que las producciones animadas dejaron de ser solo para los más chicos y cada vez son más los adultos que se acercan por motus propio a ver estas historias.
La historia está perfectamente relatada. Cada acto se toma su tiempo necesario para desarrollar la idea que logra quedarse en la mente del espectador. En ningún momento se la siente larga, pesada o aburrida, todo lo contrario. Es tan alto el nivel de esta narración que si la peli durase tres horas y media, nadie lo notaría. Coco transmite todo lo que se propone. Valores familiares, tradición, cultura y sobre todo, corazón. Pixar sabe como tocar la fibra íntima y en los momentos justos, sin golpes bajos ni momentos extremadamente sensibles. Los personajes enamoran. Desde el primero hasta el último, pasando por los que tienen más protagonismo hasta el que menos segundos tiene en pantalla. Cada uno de estos nuevos personajes están tan bien presentados e introducidos en el metraje que no se les puede criticar nada, sólo disfrutar de la aventura de un pequeñito que quiere cumplir sus sueños, pese a la constante prohibición que lo rodea. Otro elemento que tiene un papel preponderante en el film, son las canciones. Ellas cumplen su función como un personaje más en la historia. Fáciles de encariñar y ni hablar de repetirlas.
Visualmente la cinta es una maravilla, candidata para ganar en la categoría de Mejor Animación en todos los premios que se la nomine. Es una experiencia visual que llena la retina y deja la vara demasiado alta para el resto. Pixar logra superarse a sí mismo, una y otra vez. Los paisajes, la fotografía y la textura de cada plano son ideales para tenerlas de fondo de pantalla. No hay un solo momento en el que algo quede fuera de tono.
En cuanto al director Lee Unkrich, aquel que supo hacer llorar a más de uno con Toy Story 3 (2010), la única manchita que se le puede atribuir en esta gran película es su previsibilidad. En ocaciones muy puntuales, peca del lugar común y hace que el final decante solo, quitando un poco de expectativa y sorpresa.
La película es un goze total de casi dos horas en donde se logrará emocionar a grandes y chicos. Latinos, europeos y norte americanos. La empatía es algo universal y más cuando se trata de la familia y de la aventura al ir contra todos por lo que más amas, para concretar el sueño prohibido.