Realizada con aportes de Alemania, Qatar y Argentina (uno de los productores es el austríaco Lukas Valenta Rinner, formado como Nelson Carlo de los Santos en la FUC de Buenos Aires), Cocote demuestra no solo el talento impar -parte intuitivo, parte cerebral- para la puesta en escena del director dominicano sino también la posibilidad de acercarse a temas habituales del cine latinoamericano (religión, violencia, diferencias de clase) sin caer en estereotipos, subrayados ni pintorequismos.
Cocote es una película de mixturas: visuales (fílmico y digital, color y blanco y negro, múltiples texturas y formatos), formales (ascéticos planos fijos y coreográficos planos secuencia); sociales (comienza y termina en la piscina y jardines de una casona de clase alta, mientras que el corazón del relato está ambientado en un más que humilde pueblo costero del sur), étnicas (la cultura blanca y la cultura negra) y religiosas (lo católico, lo evangélico y el sincretismo).
Con todos esos elementos, contradicciones y matices Nelson Carlo de los Santos Arias construye un film de espíritu tragicómico, que aborda problemáticas extremas (como el ojo por ojo, la violencia armada en manos de civiles a los que ni las fuerzas de seguridad se animan a enfrentar) sin caer en la solemnidad e incluso con sorprendentes dosis de humor negro y absurdo.
La trama principal tiene que ver con el regreso de Alberto (Vicente Santos), jardinero evangelista que trabaja para una familia acomodada de Santo Domingo, al pueblo natal, donde su padre acaba de ser degollado por un influyente y poderoso referente de la zona. Mientras las mujeres de su familia le piden (le exigen) que vengue la muerte de su progenitor se ve forzado a participar de una serie de rituales (de varias horas por día durante 9 jornadas) con rezos, llantos y cánticos al ritmo de los tambores que remiten a la cultura afroamericana.
La película de la sensación por momentos de ser un poco caótica y desprolija, pero con el correr de los 106 minutos, en la acumulación de ceremonias religiosas y la interacción entre los diversos personajes, se va construyendo un universo tan desconocido (para nosotros) como fascinante, envolvente y seductor, incluso cuando la tensión de la venganza esté siempre latente. El cine dominicano, de la mano de Nelson Carlo de los Santos, llegó para quedarse.