Una inferior adaptación estadounidense
Como hija de adultos sordos, Ruby es la única persona oyente en su familia. Cuando el negocio pesquero de la familia se ve amenazado, Ruby se encuentra dividida entre perseguir su amor por la música y su miedo a abandonar a sus padres.
Es imposible para mí no empezar esta reseña hablando de la manía capitalista, egocéntrica y caprichosa que tienen los norteamericanos en hacer remakes de grandes películas internacionales. Lo hemos visto en cientos de ocasiones, -y seguiremos viendo-, pero me sigue sorprendiendo la pereza artística y la dificultad que tiene el mundo angloparlante para ver películas con subtítulos. “Una vez superada la barrera de los subtítulos, descubrirán películas maravillosas” diría Bong Joon-Ho al ganar su Globo de Oro en el 2020. Pero en lugar de solo apreciarlas, deciden apropiarse, al pie de la letra, de historias ajenas.
En 2014 se estrenó en Francia La Familia Belier una hermosa película sobre una familia sorda y su hija oyente que quiere cantar, dirigida por Éric Lartigau y escrita por Victoria Bedos. Rescatando grandes piezas musicales francesas de Michel Sardou y con un tono tierno, familiar y conmovedor, fue bien recibida por la crítica y el público francés. Seis años después se estrenaba en el Festival de Cine de Sundance 2021 CODA, la adaptación de la película francesa dirigida por Sian Heder. Al igual que su predecesora, seguimos la historia de una adolescente, en este caso una norteamericana llamada Ruby Rossi (Emilia Jones) que es la hija menor de una familia donde ambos padres y su hermano son sordos. La familia Rossi vive de la pesca y depende en gran medida de su hija oyente para los intercambios con su comunidad, desde la venta de sus pescas hasta las citas médicas de sus padres Ruby es aparentemente imprescindible para ellos.
La historia podría tratarse de un coming-of-age tradicional: la protagonista es una adolescente que está descubriendo que quiere hacer tras graduarse, ha sido matoneada en el colegio y mientras descubre su vocación, con ayuda de un mentor particular, se enamora con un compañero suyo (Ferdia Walsh-Peelo de Sing Street). Sin embargo, la película es más que eso. Algunos podrían suponer que la clave del éxito de esta historia recae en la sordera de la familia, y si bien es un elemento central e importante, la magia de La familia Belier y CODA, radica en que la sordera es parte de la vida, pero no su característica principal. La clave en cambio es el evidente amor y autenticidad de lazos familiares, y la angustia de la protagonista por decidir entre su individualidad y su amor y responsabilidad con su familia. Ambas películas logran conmover al espectador que más allá del contexto altamente específico es inmediatamente comprensible e identificable.
No obstante, dejando de un lado la historia, hablemos específicamente de CODA y empecemos por lo bueno. Como acabo de mencionar, la cinta destaca gracias a la dinámica familiar, sus encantadores personalidades y los actores detrás de estos. Marlee Matlin (Children of a Lesser God), Troy Kotsur y Daniel Durant, -actores que forman parte la comunidad sorda-, interpretan bellamente a Jackie Rossi, Frank Rossi y Leo Rossi respectivamente. Particularmente Matlin y Kotsur, juntos recrean al pie de la letra la complejidad de la pareja original, con su autenticidad paternal que se debate entre su apego, dependencia y preocupación por su hija y su amor incondicional por esta. Por su parte, el personaje de Leo Rossi, hermano de nuestra protagonista, es tal vez uno de los pocos elementos que innova y para bien, esta versión norteamericana. Transformando el personaje francés que se limitaba a algunas líneas cómicas, Durant destaca en su papel, mostrando su agotamiento por la infantilización que recibe por parte de sus padres y su hermana. «Tienes tanto miedo de que parezcamos estúpidos, cuando son ellos quienes deben descubrir como comunicarse con las personas sordas”, le responde enojado a Ruby en una de las pocas escenas originales que tiene la película.
El otro personaje que vale la pena rescatar es el maestro de canto protagonizado por el mexicano Eugenio Derbez. Quisiera dar un abrazo al director de reparto que decidió darle ese papel a un actor mexicano, resulta refrescante ver actores latinos representar papeles diversos. Y que buena elección resulto ser, a pesar de tratarse de un personaje reescrito de manera mediocre, e inconclusa, que además cae en lo cliché de las típicas relaciones maestro y alumno, Derbez con su actuación rescata, -como puede-, el personaje y saca una sonrisa al espectador.
Antes de continuar creo que es importante aclarar que mi critica no va a la historia; como previamente dije, se trata de una bella historia que vale la pena ver, pero entre esta y la versión francesa, vean la original. En una entrevista a Heder, esta afirmó que le emocionó la idea de reinventar la película y la cuestión es que, sin contar los dos eventos anteriores, CODA no se trata de una reinvención, se trata de una copia. Una copia donde las mejores escenas y decisiones son aquellas que se apegaron más a la original,-inclusive hablando de la edición-. En ese sentido si evaluamos la película como la copia que es, son cada vez más evidentes los problemas. Entiendo el intento de la directora por añadir algunos elementos adicionales, sin embargo, no entiendo qué sentido tiene si no piensa darle continuidad ya que termina resultando en una serie de arcos y personajes incompletos como: la infracción que recibe la familia, la personalidad de la mejor amiga, la relación de esta y el hermano, las burlas de sus compañeros e incluso cualquier discusión que tuviera con el profesor, por mencionar algunas.
La versión norteamericana también palidece frente a la europea en su protagonista, donde Ruby toma decisiones inexplicables e incoherentes con su personaje y donde tristemente Emilia Jones se queda corta en su interpretación. Por último, mi mayor decepción respecto a la película fue alrededor de la banda sonora. En la familia Bélier la canción “je vole”, original de Sardou, no necesita explicación alguna, encaja perfectamente en el guion y en las palabras que no ha podido expresar su protagonista, razón por la cual su escena cantando es suficiente para conmover. En cambio, por muy hermosa que sea la canción de Joni Mitchell, ni se acerca a la fuerza de la original, tanto así que es necesario acompañarla por una secuencia de escenas que añadan valor emocional. Y eso representa para mí la conclusión tras ver esta película, una película que es buena pero no excelente, con una idea ajena que se limita a copiar y en donde explican lo que en su versión original no era necesario explicar.