Una epopeya histórica con Viola Davis al frente. En su apogeo, en la década de 1840, el reino de Dahomey en África Occidental se jactaba de tener un ejército feroz que predominaba y aplastaba a su antojo a los reinos vecinos. ¿Su característica principal? Era un regimiento militar, exclusivamente femenino, llamado Agojie. Sus orígenes exactos permanecen ocultos por los mitos tribales y las tradiciones orales africanas, así como por los relatos, obviamente sesgados, y a veces contradictorios, de los observadores europeos quienes se referían a ellas como las Amazonas de Dahomey. Parte de la historia de estas mujeres es representada en la nueva película The Woman King, protagonizada por la maravillosa Viola Davis, quien interpreta a Nanisca, la líder del ejército. Dirigida por Gina Prince-Bythewood, la película sigue a Nawi (Thuso Mbedu), una joven que tras haber sido rechazada por los múltiples pretendientes que le buscaron sus padres, se une a las fuerzas de las Agojie. Al mismo tiempo que conocemos el contexto sociopolítico de la época y de la regi ++ón, vemos a Nawi a una velocidad vertiginosa transformarse en una luchadora, bajo el tutelaje de Izogie, su mentora, interpretada por una carismática Lashana Lynch. Pronto, sus habilidades se verán puestas a prueba cuando Oda (Jimmy Odukoya), líder del Imperio Oyo, une a los pueblos vecinos para atacar a los Dahoney que bajo el mando del joven rey (John Boyega) intentan proponer otra forma de subsistir. La verdad es que se trata de una película de acción emocionante y cautivadora, donde la magnitud y el asombro que inspira recuerdan las epopeyas históricas de Hollywood como «Gladiator» y «Braveheart» y que parecen ser cada vez más escasas. Entre las grandes y extensas batallas y el deseo de derrocar los sistemas opresivos y racistas, el camino que buscan nuestras protagonistas es el amor fraternal, la sororidad y el sentido de lo comunitario en lo africano. Los aspectos técnicos de la cinta son maravillosos: el vestuario táctil de Gersha Phillips («Star Trek Discovery«) y el diseño de producción detallado de Akin McKenzie («Wild Life» y «When They See Us«) se sienten vívidos y vibrantes, especialmente, en la representación vital del Reino de Dahomey que está lleno de escenas de color y comunidad. Además, la evocadora partitura de Terence Blanchard y Lebo M., da voz al espíritu de lucha de Agojie. No obstante, las tramas secundarias en la cinta la sobrecargan de manera innecesaria entorpeciendo su ritmo. Tanto el enamoramiento de Nawi con Malik (Jordan Bolger), que sigue un camino predecible, como la historia de su misteriosa paternidad, se sienten narrativamente convenientes, sobrantes, y debo decir, un poco aburridas. Me encontré deseando poder saltarme algunas partes para volver a lo realmente emocionante. Tampoco ayudó la abrupta edición, y considero que fue una decisión delicada intentar abarcar tantos temas, ya que si bien logran mantener la atención, sacrifican la profundidad y complejidad de algunas temáticas (como el de la trata de esclavos y la complicidad de las mismas comunidades en este proceso). A pesar de ello, estoy convencida de que tendrán un buen momento viendo esta emocionante epopeya histórica, ojalá sea el inicio de más películas en Hollywood que celebren y recuperen las historias africanas, con la complejidad y profundidad que se merecen.
Cuando Delia Owens, bióloga jubilada y especialista en vida silvestre, lanzó en el 2018 su novela Where the Crawdads Sing (en español La chica salvaje), nadie esperaba que su debut como escritora fuera un éxito en ventas. Nunca había publicado una obra de ficción, sin embargo, la novela vendió más de 15 millones de ejemplares y permaneció 168 semanas en la lista de los libros más vendidos en The New York Times. Olivia Newman dirigió la adaptación cinematográfica de la novela con el mismo nombre a partir de un guion de Lucy Alibar, y que fue puesta hace semanas en cartelera. Protagonizada por la joven actriz Daisy Edgar-Jones (reconocida por su trabajo en la serie Normal People), la historia sigue a Kya, una chica que vive en los pantanos de Carolina del Norte durante las décadas de 1950 y 1960. Exiliada por el resto del pueblo, la “chica salvaje” se encuentra acusada en medio de una investigación por homicidio, donde ella es la principal sospechosa. Así, durante casi dos horas, seguimos el juicio en su contra, mientras que a través de flashbacks conocemos la solitaria vida de Kya, su pasión por los seres vivos que la acompañan en los pantanos y la búsqueda del amor. Con una hermosa banda sonora compuesta por el canadiense Mychael Danna y Taylor Swift (sí, la única e inigualable, compuso la canción principal de la cinta), es una sencilla y un poco superficial película romántica mezclada con un juicio dramático. Si bien la dirección y la cinematografía son completamente convencionales, excepto por algunas hermosas tomas del atardecer en los pantanos, debo aclarar que la disfruté. Que gran plan es ver a Daisy Edgar-Jones enamorarse, no una sino dos veces de los galanes Taylor John Smith y Harris Dickinson; conocer su trágica historia familiar; verla triunfar y sobrevivir por su cuenta, puede catalogarse fácilmente como un confort movie para todos los fanáticos de las películas románticas. Sin embargo, no esperen ni originalidad ni una satisfacción completa al terminar la película, ya que lamentablemente los dos mejores aspectos de la cinta (el juicio y el romance) no alcanzan a cumplir plenamente su potencial. Me encantan las películas de juicios, el drama, la tensión, las críticas al problemático sistema de justicia norteamericano. El cine y la historia tienen múltiples ejemplos de lo influenciable que son los jurados, aún más estando enmarcados en una sociedad profundamente patriarcal y xenófoba, así que la tensión y la angustia por el destino de Kya es palpable y se mantiene hasta los últimos minutos. No obstante, lamentablemente las escenas del juicio resultan superficiales, quedándose en los clichés y ritmos esperados, y donde las líneas del abogado de Kya representado por David Strathairn, palidece frente a lo dramática que es la situación. Tampoco ayuda que estas escenas emerjan aparentemente de la nada, sin una razón perceptible, provocando que el ritmo se arrastre y nos haga desear estar de vuelta en las secuencias de los pantanos bañados por el sol, investigando sus criaturas y averiguando cómo sobrevivir de manera recursiva. Por último, si bien tiene un final satisfactorio, la película cierra de una manera tan vertiginosa y rápida, que no le hace justicia a los protagonistas, ni a los fanáticos del romance y de los finales felices.
Lo difícil y maravilloso que es desear Emma Thompson protagoniza esta aclamada película del Festival de Sundance. Hay veces en la vida, momentos, edades, donde es más fácil o difícil verse al espejo. Para Nancy, una mujer jubilada recién enviudada de más de 50 años interpretada por la maravillosa Emma Thompson, definitivamente no es fácil ni agradable. La misma actriz, de 63 años, ha hablado en entrevistas, destacando lo difícil que fue para ella, una mujer que siempre ha estado descontenta con su cuerpo, desnudarse de esta manera. En el festival internacional de cine de Berlín, Thompson afirmó: «Intenten pararse frente al espejo y no se muevan. No te muevas. Solo acéptalo, solo acéptalo y no lo juzgues. Eso es lo más difícil que he tenido que hacer. He hecho algo que nunca había hecho como actriz. (…) a las mujeres nos han lavado el cerebro toda la vida. Y todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos y lo mal que está todo». Y es que, lejos de ser la única, es verdad que vivimos en una sociedad patriarcal y consumista, incluyendo obviamente el mundo del entretenimiento, que parece estar obsesionada con los cuerpos de las mujeres, aunque hablar en plural sería un error, está obsesionada con un tipo de cuerpo, uno joven con un color y unas medidas particulares. Todos los cuerpos que se salgan de este ideal, incluyendo el de las mujeres de mayor edad, aparecen pocas veces en el centro de la pantalla, pocas veces deseando para si mismas, pocas veces relacionándolos con la sexualidad. Sin embargo, este es justamente el centro de esta bella película. Good luck to you Leo Grande o en español Buena suerte, Leo Grande dirigida por la australiana Sophie Hyde (quien hizo el éxito de Sundance de 2019, Animals) a partir de un guion un tanto teatral de Katy Brand, nos presenta este drama a dos manos que sigue una serie de encuentros en habitaciones de hotel entre Thompson quien ha contratado a un trabajador sexual, un apuesto seductor llamado Leo (Daryl McCormack, de Peaky Blinders). McCormack es maravilloso, interpreta a un tipo que confía en su propia belleza sin ser un idiota al respecto. Hay un momento fantástico en el que, de camino a encontrarse con Nancy por primera vez, se detiene a mirar su reflejo en el escaparate de una tienda, arreglándose el abrigo con una mirada que nos dice que sabe lo bien que está. Al mismo tiempo, la primera vez que vemos a Nancy, está entrando en la habitación del hotel con una falda desaliñada y zapatos remilgados (fue maestra de educación religiosa y se viste según ese estereotipo). Justo antes de que llegue su invitado, se mira al espejo y en su mirada vemos el juicio y la inconformidad al ver su reflejo. No dice nada, pero su cara lo dice todo. Unos segundos después llega Leo y empieza esta divertida interacción entre ambos. Ambientada en cuatro encuentros, la película se siente más como una obra de teatro, contenida casi en su totalidad en las paredes de la habitación del hotel. Moviéndose a través de etapas matizadas del desarrollo de cada personaje de manera tan fluida que una hora y 37 minutos no se siente en absoluto. En cada encuentro mientras los protagonistas se conocen, nosotros como espectadores vamos entendiendo mejor la vida y personalidades de ambos. Nancy es una mujer inconforme y asfixiada por su vida que ha estado regida por lo que debía ser, una vida fríamente planeada por lo que la sociedad y su esposo esperaba de ella como mujer: mamá, profesora de religión, nunca se priorizó así misma, ni se atrevió a desear algo distinto, ni siquiera en su sexualidad. Por su lado Leo, es un joven seguro de si mismo, misterioso y con una importante claridad sobre los limites de su trabajo y de su vida sentimental. Durante los intercambios, los protagonistas tienen interesantes discusiones respecto a distintos temas, sus vidas, los estereotipos, el trabajo sexual (o por lo menos en una versión rosa de este) entre otros. Si bien creo que dejan varios temas abiertos y con posturas que pueden ser fácilmente debatibles, el centro de su interacción y en mi opinión lo mejor de la película, es definitivamente la evolución del personaje de Nancy. Para una mujer que estuvo siempre regida por lo que la sociedad le decía que debía hacer, los encuentros con Leo le permitieron empezar cuestionar y priorizar sus deseos. Así, en un espectacular final, vemos a nuestra protagonista, finalmente reconociendo y comunicando su propio deseo. Cuando se atreve a desear sin tapujos, es capaz de encontrar por sí misma, por un lado, el placer que tanto había estado buscando y, por otro lado, de mirarse al espejo, sin juicios, con amor y sonriéndose.
Brad Pitt se convierte en el nuevo héroe de acción del director de John Wick. En 1987, con más de 20 años, un joven actor estadounidense de Oklahoma apareció por primera vez en la pantalla grande; algunos años después, su vida cambiaría por completo al ser seleccionado como uno de los protagonistas de la película de Ridley Scott, Thelma y Louise. Desde entonces, el mundo ha estado pendiente de todo lo que protagoniza este joven llamado Brad Pitt. Hoy en día, a sus 58 años y habiendo evitado a duras penas ser cancelado por los detalles que se rebelaron en su divorcio, el actor regresa, abriéndose camino como protagonista de una vertiginosa película de acción. Basada en la novela María Beetle, del escritor japonés Kōtarō Isaka, y traducida al inglés por Sam Malissa, fue adaptada al cine como Bullet Train, por el director estadunidense David Leitch. Por si no lo conocen, Leitch, ha trabajado durante años como coordinador de acción y especialista —fue el doble de Pitt en The Fight Club— antes de co-crear John Wick; fue quien puso a Charlize Theron, a prueba en Atomic Blonde; además, dirigió la famosa Deadpool 2. Todo esto, para enfatizar y dejar claro que Leitch, claramente, conoce un millón de recetas diferentes para crear películas de acción, con caos y un tipo de comedia que se ama o se odia. En esta ocasión, Pitt (cuyo nombre clave es Ladybug, y quien, según él, cuenta con la peor suerte del mundo), aborda un tren bala en Japón, con órdenes de adquirir un maletín lleno de dinero en efectivo. Por desgracia, no es el único contratado para adquirirlo, y parece ser que los otros, son los mejores asesinos en sus campos. Mientras que el personaje de Brad solo quiere completar la tarea y desembarcar, los otros albergan motivos más personales. Los diversos villanos, van desde una joven misteriosa (Joey King), un par de agentes con nombres de fruta (Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry) que no paran de hablar de Tomás y sus amigos (sí, la serie animada sobre trenes con caras), hasta un asesino vengativo interpretado por Benito A. Martínez Ocasio, alias, Bad bunny. Así, aunque todos los personajes matarán o correrán el riesgo de ser asesinados, hay una rara colección de grises entre sus intenciones. Sin embargo, Bullet Train, plantea un enigma de entrada ¿Quién está moviendo los hilos detrás de la aparición de tantos villanos, asesinos o ladrones en un mismo lugar? ¿Cuál de estos es peor que los otros? Y sobre todo ¿Qué ocurre cuando cinco historias violentas se entrecruzan entre sí? Desde que el tren empieza su marcha, la película no se detiene, con un ritmo acelerado y acciones vertiginosas, el entorno claustrofóbico en el que se desarrolla, en realidad, funciona en beneficio de la puesta en escena de las secuencias de lucha, que son brutales, sangrientas y, con frecuencia, provocan risas. De hecho, más de uno imita el enfrentamiento interrumpido de «Kill Bill», incluido el divertido dilema de cómo intentar matar a alguien sin violar las reglas del «vagón silencioso» del tren. En mi opinión, la cinta se sostiene en un precario y eficaz equilibrio. Primero, tenemos que admitirlo, por un carismático Brad Pitt, junto con un elenco que hace un excelente trabajo y que parecen genuinamente estar divirtiéndose. Lejos, muy lejos de ser original, el tono burlón y la cantidad de actores famosos, mantienen la atención en esta entretenida película. Sin embargo, está lejos de ser perfecta. A pesar de que soy de esas personas que le encanta ver cameos, son tantos los que aparecen y sin un propósito más que destinados a brindar pequeñas recompensas a la audiencia, que es posible parpadear y pasar desapercibido alguno. No puedo evitar sentir que son talentos desperdiciados, incluso, los que se suponen son parte de los protagonistas como Zazie Beets, que aparece tan poco tiempo en pantalla, que es inevitable pensar que merecía más. También, parece que se utilizaran los cameos para distraer a la audiencia del hecho de que entre tantos personajes, luchas y comentarios irónicos, la trama se pierde en la narración, de manera que deja al espectador intentando recordar si ya sabemos cuál es la motivación de los personajes o si solo los estamos viendo golpearse y hacer chistes durante más de una hora. Y es que la historia que el guionista Zak Olkewicz adaptó, no posee suficiente combustible para mantener ese tono de manera constante. Incluso, los flashbacks extensos para sacar la narrativa de su espacio confinado no pueden agregar suficiente intriga a las maquinaciones de estos personajes extraños en un tren. Finalmente, también creo que desperdiciaron la configuración japonesa, que se maneja muy superficialmente; más allá de un par de bromas, y de haberla aprovechado para utilizar actores y clichés japoneses, el tren podría estar ubicado en cualquier lugar del mundo y no habría mayor diferencia. Para mí, una manera de definir esta película es que cuenta con un montón de buenos actores desaprovechados y con una fórmula divertida pero que es repetitiva y poco original. Aguanta para pasar un rato divertido, pero no esperen que nos acordemos de esta en un par de años, excepto por la colaboración entre Bad Bunny, Logan Lerman, Sandra Bullock (que también actúan, aunque solo sean cinco minutos) y Brad Pitt que parece estar utilizando esta película para decir «miren todo lo que puedo hacer, aún estoy aquí».
El estreno más exitoso en la historia del estudio A24 es una de las mejores películas del año. Cuando el COVID detuvo a Hollywood en 2020, muchos temimos que las presiones económicas y la incertidumbre harían que la industria fuera más conservadora en términos de lo que elegía financiar y que las audiencias fueran más selectivas en términos de lo que pagarían por ver. Parecía lógico que prevalecieran las secuelas, los remakes y las grandes franquicias. Esto se ha confirmado, hasta cierto punto: en lo que va de las 2022 películas como The Batman, Dr. Strange o Top Gun, se han disparado, mientras que los estrenos más “extravagantes” como The Northman, han fracasado. Pero Everything Everywhere All At Once, o en español Todo en todas partes al mismo tiempo, demuestra que si una película es lo suficientemente buena, lo suficientemente inteligente, lo suficientemente audaz, entonces aún puede convertirse en una sensación. Convirtiéndose en un éxito en Estados Unidos, finalmente la última película de Daniel Kwan y Daniel Scheinert (el excéntrico dúo que dirigió la extraña comedia negra de 2016 Swiss Army Man) producida por A24, llega a los cines latinoamericanos. En Everything Everywhere All at Once, los directores combinan la ciencia ficción, la comedia, la acción, la fantasía y la aventura, y rompen toda lógica posible para crear una cinta disparatada, pero profunda y conmovedora. Tal vez no va a ser la película favorita de todo el mundo, pero definitivamente es una de mis preferidas, y es una que todos deberían ver porque finalmente es una prueba de que todavía hay personas dispuestas a hacer películas extrañas, desafiantes y deslumbrantemente originales. Nuestra protagonista es Evelyn, interpretada por la maravillosa Michelle Yeoh, una inmigrante chino-estadounidense que dirige una lavandería con su esposo Waymond (la estrella de The Goonies, que finalmente vuelve a nuestras pantallas). En la primera media hora de la película conocemos la agobiante y claustrofóbica situación en la que se encuentra Evelyn: tiene un negocio que administrar, desordenadas declaraciones de impuestos, clientes que complacer, un padre exigente que parece nunca sentirse conforme, un esposo con el que discute y, una hija (Joy interpretada por Stephanie Hsu, que es maravillosa) con la que cada vez le cuesta más comunicarse e identificarse. Por más singular que parezca su situación hay algo universal en su historia y en sus emociones, porque esta mujer, atrapada bajo el peso de sus sueños fallidos, luchando por perpetuar una vida que no le apasiona, se siente profundamente abrumada por la implacabilidad de su vida, consumida por todo, en todas partes, todo a la vez. La película podría quedarse solo en eso, en la historia de esta familia, pero cuando están llegando a la oficina de la inspectora de impuestos (interpretada por Jamie Lee Curtis, que realiza una actuación maravillosa), Waymond se inclina para decirle a Evelyn que ya no es su esposo, sino una versión de él, de un universo paralelo, que ha viajado hasta aquí para encontrarla. El multiverso, le dice, está amenazado por la infame Jobu Tupaki, y solo Evelyn puede detenerla. ¿Su misión? Aprender a alternar entre las diferentes versiones de sí misma que existen en el multiverso para salvar el mundo. Antes de que los espectadores o Evelyn terminemos de entender lo que está ocurriendo, la acción estalla, y las bizarras batallas de kung fu no darán tregua hasta el último arco de la película. Empieza así una montaña rusa emocional y visual donde la amalgama de las realidades que vemos de los personajes se complementa con el trabajo de edición de Paul Rogers, el cual se mueve de manera rítmica ante las necesidades de cada escena; la fotografía de Larkin Seiple, como un camaleón de tendencias autorales; sin dejar atrás el vestuario de Shirley Kurata; el diseño de producción de Jason Kisvarda y, por supuesto, la maravillosa banda sonora creada por la banda experimental Son Lux, todos ellos adecúan al ambiente en donde se encuentran los personajes, sin importar lo simple o ridículo que pueda ser. Más allá de las divertidas y caóticas batallas y los distintos y absurdos multiversos, en medio de todo esto, que ocurre todo al mismo tiempo, el corazón de esta película está en el cuestionamiento de dos mujeres por el sentido de sus vidas. Por un lado, tenemos a Evelyn, que como ya mencioné, vive en una especie de piloto automático, lamentándose por todo lo que pudo haber sido y no fue; y por otro lado, tenemos a su hija Joy, asfixiada por las decepciones del sueño americano no alcanzado por su madre, sin un rumbo claro y cuestionando cuál es el sentido de la vida ¿Realmente importa lo que hagamos? En un mundo donde existen los multiversos, donde podemos ver todas las versiones de lo que nosotros mismos pudimos haber sido, es difícil no llegar a un nihilismo desgarrador. Si en todos los universos existe la soledad, si en todos existe el sufrimiento, si en todos realmente solo somos piedras en la inmensidad ¿Cuál es el sentido de nuestras vidas? Para Joy no lo tiene, nada importa, sin embargo en medio de su desesperanza, en un hermoso giro del guion, descubrimos qué la razón detrás de su persecución a Evelyn no era asesinarla, sino buscar una última esperanza de conectar con alguien que la entendiera, que diluyera el vacío y la soledad, que le demostrara que tal vez exista algo que valga la pena para no destruirlo todo, para no destruirse a sí misma. Y cuando parece que toda está perdido, el amor por Waymond y la perseverancia por salvar a su hija, le permite comprender a Evelyn que la mejor manera de derrotar este vacío, de recordarle el sentido a su hija, es a partir del amor. Así la última batalla de Evelyn en el último acto, es una serie de escenas divertidas y conmovedoras que nos demuestran a nosotros y a Joy, que la única manera de ganar es a través del amor incondicional. Es eligiendo la compasión y la comprensión sobre el juicio y el rechazo, es recordando que todas las decisiones que tomamos nos llevaron a este momento y solo nos queda apreciar y luchar por la vida que tenemos. Porque incluso si el caos reina, si en nuestra vida hay soledad o tristezas, es posible encontrarle sentido a la vida en momentos fugaces, y son esos momentos los que debemos apreciar, a veces suceden con el tiempo, a veces suceden todos a la vez.
Guillermo del Toro regresa una vez más cuestionándonos sobre quiénes son los verdaderos monstruos. ¿De qué va? El carismático Stanton Carlise se topa con un carnaval ambulante donde aprende trucos ilusionistas que, con la ayuda de una misteriosa psiquiatra, le permiten estafar a la élite adinerada de la sociedad de Nueva York de la década de 1940. El famoso director mexicano Guillermo del Toro, después de haber triunfado en los premios Oscar con The Shape of Water, vuelve con un elenco estelar para su nueva y esperada cinta Nightmare Alley o en español El Callejón de las Almas Perdidas. La película está basada en libro del mismo nombre publicado en 1946 por William Lindsay Gresham. Gresham, fue un escritor norteamericano de múltiples talentos que sirvió como voluntario en la Guerra Civil española, donde conoció a un ex trabajador de carnaval que le contó la historia de un hombre monstruo o geek. Incapaz de sacarse la historia de la cabeza, Gresham escribió la historia que resultó ser su libro más famoso. Muchas décadas después, Guillermo del Toro leería la historia, e incapaz de sacársela de la cabeza, dirigiría este thriller como un homenaje al cine negro o film noir. La cinta sigue la historia de Stan (Bradley Cooper) un misterioso y atractivo hombre que buscando dejar su turbio pasado atrás y sin interés en que le hagan preguntas sobre este, se topa con un carnaval ambulante en el cual empieza a trabajar. Tras aprender los trucos ilusionistas de la pareja de mentalistas del circo (Toni Colette y David Strathairn), nuestro protagonista huye con la joven Molly (Rooney Mara) para empezar una exitosa carrera por su cuenta. Lamentablemente las cosas se complican para Stanton cuando conoce a la psiquiatra Dra. Lilith Ritter (Cate Blanchett), quien le hace una propuesta que su ambición no puede rechazar. La película gira alrededor de la magia y los ilusionistas, pero a su vez, es la primera obra del director que no tiene elementos sobrenaturales, y realmente no los necesita, no requiere elementos místicos para generar una historia oscura, tenebrosa y sórdida, porque aquí lo más espeluznante es el ser humano, egoísta, ambicioso y violento. A primera vista pareciera que del Toro nos planteara el clásico debate de la naturaleza del hombre, ¿Existen hombres monstruosos por naturaleza? ¿Hay algunos mejores que otros o cualquiera puede serlo? ¿Tuvo alguna vez la posibilidad de elegir un camino distinto o su destino estuvo sellado por su traumático contexto? ¿Nació para convertirse en un monstruo? Por los detalles y mientras la película va avanzando nos damos cuenta de que Stan, acostumbrado a la violencia, y por más superior que se creyera a los demás, es un personaje condenado desde el inicio. Nuestro protagonista, con su sombrero inclinado podrá ser presentado como una especie de Indiana Jones, pero rápidamente intuimos que poco tiene de héroe. Cegado por su soberbia, subestimando al resto de los personajes y dejándose llevar por su ambición poco a poco va cediendo sus principios perdiéndose tanto en el camino, como todo lo que es importante para él. El desenlace llega con fuerza y una crudeza extraordinaria para mostrar las terribles consecuencias del comportamiento de nuestro héroe sobre los demás y finalmente también sobre sí mismo. Al igual que sus otras obras, del Toro destaca por un diseño de producción increíble en donde la atención que le presta a cada detalle, permite la creación de escenarios y estéticas maravillosamente lúgubres, con una atmosfera tétrica y sombría. Merecen un reconocimiento especial la diseñadora de producción Tamara Deverell, el director de arte Brandt Gordon, el decorador de escenarios Shane Vieau y el diseñador de vestuario Luis Sequeira, quienes construyen mundos cinematográficos deslumbrantes. Sin lugar a duda, su trabajo es lo mejor de la película. Sin embargo, hay que resaltar algunos elementos que no funcionan muy bien en la cinta. En primer lugar, es excesivamente larga, donde el único personaje que se desarrolla es el protagonista dejando al resto como meros acompañantes vacíos, siempre tomando decisiones que se sienten abruptas debido a que como espectadores no hemos tenido tiempo para conocerlos. Teniendo a una maravillosa Cate Blanchett como una astuta femme fatale, con habilidades intuitivas para analizar a las personas, es realmente una pena que sus escenas se limitaran a unas cuantas interacciones con Cooper quien, a pesar de hacer un buen trabajo, es hasta su última escena donde realmente brilla por su actuación. Por otro lado, entre los tres actos, el segundo acto, en concreto, se vuelve tedioso, alargándose más de lo necesario, haciendo que el hilo de la película se pierda durante un tramo. No obstante, lo más irregular es su guion, ya que debemos admitir que por más interesante que sea la manera de presentarla, se trata de una historia extremadamente predecible. Desde las primeras escenas son demasiadas “las pistas” que nos da a entender que va a terminar mal y la angustia que mantiene la cinta es ¿Qué tanto y hasta dónde puede decaer el ser humano? Para mi gusto, la respuesta de la película es demasiado sombría, lo que hizo que no la disfrutara tanto, pero más allá de mi opinión subjetiva al respecto, finalizo con un dato: en 1962, William Lindsay Gresham -el autor del libro en el cual se basa la película- se suicidó en la misma habitación donde lo escribió. -Al momento de morir, encontraron en sus bolsillos dos tarjetas, una decía: “sin dirección, sin teléfono, sin negocio, sin dinero: retirado”, y otra decía: “preferiría morir antes que enfrentar la verdad”. Me da la impresión de que el final de la película es la respuesta de Del Toro a Gresham, dejando a un Stan vivo pero enfrentándose a su espeluznante verdad: la codicia, el egoísmo y el ser humano son los verdaderos monstruos, y nada ni nadie nos puede salvar.
Una inferior adaptación estadounidense Como hija de adultos sordos, Ruby es la única persona oyente en su familia. Cuando el negocio pesquero de la familia se ve amenazado, Ruby se encuentra dividida entre perseguir su amor por la música y su miedo a abandonar a sus padres. Es imposible para mí no empezar esta reseña hablando de la manía capitalista, egocéntrica y caprichosa que tienen los norteamericanos en hacer remakes de grandes películas internacionales. Lo hemos visto en cientos de ocasiones, -y seguiremos viendo-, pero me sigue sorprendiendo la pereza artística y la dificultad que tiene el mundo angloparlante para ver películas con subtítulos. “Una vez superada la barrera de los subtítulos, descubrirán películas maravillosas” diría Bong Joon-Ho al ganar su Globo de Oro en el 2020. Pero en lugar de solo apreciarlas, deciden apropiarse, al pie de la letra, de historias ajenas. En 2014 se estrenó en Francia La Familia Belier una hermosa película sobre una familia sorda y su hija oyente que quiere cantar, dirigida por Éric Lartigau y escrita por Victoria Bedos. Rescatando grandes piezas musicales francesas de Michel Sardou y con un tono tierno, familiar y conmovedor, fue bien recibida por la crítica y el público francés. Seis años después se estrenaba en el Festival de Cine de Sundance 2021 CODA, la adaptación de la película francesa dirigida por Sian Heder. Al igual que su predecesora, seguimos la historia de una adolescente, en este caso una norteamericana llamada Ruby Rossi (Emilia Jones) que es la hija menor de una familia donde ambos padres y su hermano son sordos. La familia Rossi vive de la pesca y depende en gran medida de su hija oyente para los intercambios con su comunidad, desde la venta de sus pescas hasta las citas médicas de sus padres Ruby es aparentemente imprescindible para ellos. La historia podría tratarse de un coming-of-age tradicional: la protagonista es una adolescente que está descubriendo que quiere hacer tras graduarse, ha sido matoneada en el colegio y mientras descubre su vocación, con ayuda de un mentor particular, se enamora con un compañero suyo (Ferdia Walsh-Peelo de Sing Street). Sin embargo, la película es más que eso. Algunos podrían suponer que la clave del éxito de esta historia recae en la sordera de la familia, y si bien es un elemento central e importante, la magia de La familia Belier y CODA, radica en que la sordera es parte de la vida, pero no su característica principal. La clave en cambio es el evidente amor y autenticidad de lazos familiares, y la angustia de la protagonista por decidir entre su individualidad y su amor y responsabilidad con su familia. Ambas películas logran conmover al espectador que más allá del contexto altamente específico es inmediatamente comprensible e identificable. No obstante, dejando de un lado la historia, hablemos específicamente de CODA y empecemos por lo bueno. Como acabo de mencionar, la cinta destaca gracias a la dinámica familiar, sus encantadores personalidades y los actores detrás de estos. Marlee Matlin (Children of a Lesser God), Troy Kotsur y Daniel Durant, -actores que forman parte la comunidad sorda-, interpretan bellamente a Jackie Rossi, Frank Rossi y Leo Rossi respectivamente. Particularmente Matlin y Kotsur, juntos recrean al pie de la letra la complejidad de la pareja original, con su autenticidad paternal que se debate entre su apego, dependencia y preocupación por su hija y su amor incondicional por esta. Por su parte, el personaje de Leo Rossi, hermano de nuestra protagonista, es tal vez uno de los pocos elementos que innova y para bien, esta versión norteamericana. Transformando el personaje francés que se limitaba a algunas líneas cómicas, Durant destaca en su papel, mostrando su agotamiento por la infantilización que recibe por parte de sus padres y su hermana. «Tienes tanto miedo de que parezcamos estúpidos, cuando son ellos quienes deben descubrir como comunicarse con las personas sordas”, le responde enojado a Ruby en una de las pocas escenas originales que tiene la película. El otro personaje que vale la pena rescatar es el maestro de canto protagonizado por el mexicano Eugenio Derbez. Quisiera dar un abrazo al director de reparto que decidió darle ese papel a un actor mexicano, resulta refrescante ver actores latinos representar papeles diversos. Y que buena elección resulto ser, a pesar de tratarse de un personaje reescrito de manera mediocre, e inconclusa, que además cae en lo cliché de las típicas relaciones maestro y alumno, Derbez con su actuación rescata, -como puede-, el personaje y saca una sonrisa al espectador. Antes de continuar creo que es importante aclarar que mi critica no va a la historia; como previamente dije, se trata de una bella historia que vale la pena ver, pero entre esta y la versión francesa, vean la original. En una entrevista a Heder, esta afirmó que le emocionó la idea de reinventar la película y la cuestión es que, sin contar los dos eventos anteriores, CODA no se trata de una reinvención, se trata de una copia. Una copia donde las mejores escenas y decisiones son aquellas que se apegaron más a la original,-inclusive hablando de la edición-. En ese sentido si evaluamos la película como la copia que es, son cada vez más evidentes los problemas. Entiendo el intento de la directora por añadir algunos elementos adicionales, sin embargo, no entiendo qué sentido tiene si no piensa darle continuidad ya que termina resultando en una serie de arcos y personajes incompletos como: la infracción que recibe la familia, la personalidad de la mejor amiga, la relación de esta y el hermano, las burlas de sus compañeros e incluso cualquier discusión que tuviera con el profesor, por mencionar algunas. La versión norteamericana también palidece frente a la europea en su protagonista, donde Ruby toma decisiones inexplicables e incoherentes con su personaje y donde tristemente Emilia Jones se queda corta en su interpretación. Por último, mi mayor decepción respecto a la película fue alrededor de la banda sonora. En la familia Bélier la canción “je vole”, original de Sardou, no necesita explicación alguna, encaja perfectamente en el guion y en las palabras que no ha podido expresar su protagonista, razón por la cual su escena cantando es suficiente para conmover. En cambio, por muy hermosa que sea la canción de Joni Mitchell, ni se acerca a la fuerza de la original, tanto así que es necesario acompañarla por una secuencia de escenas que añadan valor emocional. Y eso representa para mí la conclusión tras ver esta película, una película que es buena pero no excelente, con una idea ajena que se limita a copiar y en donde explican lo que en su versión original no era necesario explicar.