"CODA: señales del corazón", el cine, ese terreno donde los sueños pueden cumplirse
El film es una apuesta por la inocencia y la superación, además de representar un mundo vaciado de cinismo e ironía. Lo que a priori suena cursi es resuelto con fluidez y eficacia, utilizando elementos del romance juvenil, pasos de comedia y algún apunte social.
Es muy probable que CODA: Señales del corazón sea el primer caso en la era del streaming de lo que en la jerga cinematográfica tradicional –aquella que pivotea alrededor del estreno en salas– se llama “sleeper”, es decir, películas por las que nadie da dos mangos que, sin embargo, terminan convirtiéndose en fenómenos comerciales. El segundo trabajo de la directora y guionista Siân Heder fue la gran revelación del Festival de Sundance al llevarse el Gran Premio del Jurado y los reconocimientos Mejor Dirección, Mejor Elenco y el del voto del público, desatando una puja entre las principales plataformas que terminó de inclinarse a favor de Apple TV. Mejor dicho, de los 25 millones de dólares que pagó por los derechos de esta comedia dramática sin actores conocidos ni un gran despliegue de producción detrás, pero que tiene una indudable capacidad para conectar con el público. Por cuestiones de la distribución internacional actual, CODA se estrena en salas en varios países del mundo, entre ellos la Argentina.
Como ocurre con la serie Ted Lasso, hay en CODA una apuesta por la inocencia y la bondad generalizada, por moldear un mundo vaciado de cinismo e ironía donde los problemas se resuelven sin demasiadas complejidades, que sintoniza a la perfección con su tiempo. Cuesta pensar una película de este tipo escindida de su contexto: si todo alrededor parece desmoronarse como un castillo de naipes mal armado, Heder propone un relato optimista y entrador, de digestión fácil y hecho a pura fórmula. Lo cual, en este caso, no tiene nada de malo. Al contrario: cuando prodigan las películas armadas en base a algoritmos, CODA tiene las dosis justas de cada uno de componentes elegidos por su directora. Hay algo de romance juvenil, algún que otro apunte social sobre la precarización laboral en las alas más artesanales del mundo del trabajo, ciertos pasos de comedia incluidos con precisión para airear el relato y, claro, una fuerte creencia en el cine como un terreno donde los sueños pueden cumplirse. Y eso que lo que sueña Ruby (la británica Emilia Jones, un hallazgo notable) no es nada fácil de materializar.
La chica es hija de un matrimonio de sordos, lo que en inglés se llama Child of Deaf Adults –de allí el acrónimo que sirve de título, CODA–, que se dedica a la pesca en aguas abiertas. Un emprendimiento íntegramente familiar, que contempla a papá Frank (Troy Kotsur), mamá Jackie (Marlee Matlin) y también a Ruby y su hermano, también sordo, Leo (Daniel Durant). Difícil articular una vida escolar, de adolescente promedio, cuando hay que trabajar y hacer las veces de intérprete para negociar un precio cada vez más a la baja. Más aún si llega al pupitre desprendiendo olor a pescado, lo que depara burlas por parte de sus compañerxs. Por si fuera poco, el interés de Ruby no son las redes ni los barcos, sino cantar. Un problemón tratándose de un entorno familiar silente donde la comunicación es con gestos y señas. Y encima la chica no puede más de timidez. Pero si dejara vencer por estos obstáculos, no habría película. Es entonces que entra en escena la inscripción para el grupo de coro escolar y, con ello, el profesor Bernardo Villalobos (el mexicano Eugenio Derbez).
Remake de la mucho más edulcorada La familia Bélier (2014), del francés Éric Lartigau, CODA presentará, de allí en más, una hoja de ruta conocida: la lucha de Ruby contra sí misma para empujar los límites de su personalidad, la de ella contra una familia que no quiere saber nada con que la nena quiera dejar el negocio para ir a una escuela de música, la aparición de un interés romántico en su compañero de dueto y, obviamente, el rol de profe como inspirador y apoyo. ¿Que suena cursi? Lo es, y a toda honra. Heder tenía todos los números para derrapar en su cruza de comedia y sordera, pero lo soluciona mixturando las distintas subtramas con fluidez y atendiendo principalmente a los deseos, motivaciones e inquietudes de sus personajes, a quienes vuelve mucho más que portadores de valores y dueños de líneas de diálogo.