Atractivo, pero sin sorpresas
En los últimos 30 años, el personaje de Jack Ryan concebido por el escritor Tom Clancy tuvo incursiones en el cine bastante esporádicas e intermitentes. En esta quinta película, tras La caza al Octubre Rojo , Juegos de patriotas , Peligro inminente y La suma de todos los miedos, y por primera vez con Chris Pine en el papel que antes interpretaron Alec Baldwin, Harrison Ford y Ben Affleck, el resultado artístico es bastante digno, pero al mismo tiempo no demasiado sorprendente.
En esta oportunidad no se trata de la transposición de una novela del autor fallecido en octubre de 2013 sino de un guión de Adam Cozad y el cotizado David Koepp, cuyo protagonista es otra vez este experto en economía devenido agente secreto de la CIA.
En este reinicio (reboot en la jerga del cine) de la franquicia encontramos al "nuevo" Jack Ryan de Pine completando sus estudios universitarios en Londres justo cuando en 2001 vuelan las Torres Gemelas. Dos años más tarde, se salvará de forma milagrosa en una misión militar en Afganistán para, luego de una compleja rehabilitación física y con el apoyo de su mentor (Kevin Costner), ingresar en la CIA para realizar inteligencia financiera, con el objetivo de descubrir el desvío de fondos que apoyan al terrorismo internacional.
Doble aporte de Branagh
Pero lo que en principio estaba destinado a ser "un trabajo de escritorio" se convertirá pronto en una misión en Rusia, donde deberá desentrañar una compleja conspiración para atacar al dólar, sembrar el pánico en Wall Street y hundir la economía de los Estados Unidos. Su principal contrincante en Moscú no es otro que Kenneth Branagh, quien además de un hilarante malvado es el director del film.
Y Branagh concreta su doble aporte actoral y narrativo con absoluta convicción y profesionalismo, aunque la película en su conjunto está lejos del nivel de otras sagas como las de Jason Bourne o James Bond. Es que, más allá de la tensión y el suspenso a partir de esas típicas cuentas regresivas antes de que una alarma suene o unos explosivos estallen, Código Sombra surge como un film algo anticuado y previsible. Además, algunas situaciones -como que la suerte de una compleja operación sostenida con la última tecnología para espiar y hackear dependa en definitiva de que alguien le robe a un millonario su billetera en la calle y poco después se la vuelva a poner en el bolsillo sin que en ninguno de los dos casos la víctima se dé cuenta- resultan demasiado forzadas e inverosímiles cuando el resto del relato sí está jugado por completo al realismo.
De todas maneras, aun con sus "licencias" y sus momentos absurdos, o con una química romántica más bien escasa entre Pine y Keira Knightley, Código Sombra resulta un film clásico y old-fashioned construido con bastante nobleza y unos cuántos atractivos formales y dramáticos. El saldo es positivo.