Queríamos tanto a Jack
Tom Clancy, el escritor de best-sellers fallecido en 2013 a los 66 años, fue creador de un estilo de novelas de espionaje que se apodó tecno thriller, por las armas novedosas y ultra sofisticadas que figuran en sus páginas. Cuatro de las novelas protagonizadas por Jack Ryan, su personaje fetiche, fueron llevadas al cine entre 1990 y 2002, con Alec Baldwin, Harrison Ford y Ben Affleck asumiendo, sucesivamente, el rol protagónico. Esta quinta entrega, con la elección de Chris Pine (elogiado por su Capitán Kirk de las últimas Star Trek) como Ryan y del inglés Kenneth Branagh, en un curioso doble rol de director e intérprete de su enemigo, el financista ruso Viktor Cherevin, resulta un intento por humanizar al personaje a la Bourne, una estrategia que ya se vio en las grietas y flaquezas del último Bond que encarna Daniel Craig.
Como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre, Jack Ryan se enlista en la marina norteamericana y sufre un accidente en Afganistán. Convaleciente, un agente de la CIA (Kevin Costner) lo convence para trabajar encubierto en Wall Street, donde descubrirá una conspiración para derribar al poder económico de los Estados Unidos. En algún punto, la película reflota el conflicto de la Guerra Fría (como ocurrió el año pasado con Amenaza roja), pero Branagh pone oficio para dar lustre a un film que, en otras manos, apenas calificaría de entretenido.