Espionaje de bajo calibre
Jack Ryan está de vuelta. ¿Alguien lo esperaba? Y… la verdad que no, pero por ahí la reciente muerte de su creador (Tom Clancy) puso al personaje de nuevo en la consideración del público, aunque no parece ser este el caso. Y lo peor de la película dirigida por Kenneth Branagh es que hasta parece hacerse cargo de ese liderazgo de segundo orden que el personaje representó para el cine. Porque, convengamos, la fama de Jack Ryan (más allá de las novelas) se debe a que fue interpretado en dos ocasiones por Harrison Ford en la época en la que Harrison Ford todavía era Harrison Ford y te llenaba un cine: La caza al Octubre Rojo siempre fue un show de Sean Connery y Alec Baldwin estaba todavía en la etapa en la que nos parecía un don nadie, y La suma de todos los miedos estaba protagonizada por Ben Affleck. Es decir, resulta bastante dudoso el lugar que el personaje tiene dentro del cine.
Otro dato más para minar el potencial interés de una película que no puede despertarlo por sí misma: apenas un par de películas le alcanzaron a Jason Bourne para convertirse en un referente del cine de acción y espionaje, logrando un paradigma audiovisual que se convirtió en regla para el cine de acción posterior y que, incluso, sirvió para hacer necesario de alguna forma el relanzamiento de un personaje instaladísimo como James Bond. Por el contrario, Ryan siempre corrió detrás de Bond, incluso su rol de espía de escritorio antes que hombre de acción lo hacía ver bastante antipático. Código sombra… quiere actualizarlo, pero no lo logra del todo.
Chris Pine es hoy el encargado de calzarse el traje, en este film que tiene las ganas de ser un reboot, pero que también defecciona en esa instancia: digamos, lo que se muestra es cómo el personaje se vincula con la CIA pero no hay en esos primeros pasos algún conflicto fuerte que tenga que ver con lo virginal. A Ryan le cuesta un poco matar a su primera víctima, le tiemblan las manos, pero rápidamente el espía se encuentra como pez en el agua. Es como si la película tuviera la necesidad de explicarse y relanzar el universo Ryan en vez de contar una nueva aventura del protagonista, que eso es lo que termina ocurriendo. Una aventura poco interesante y que tiene adosado, para colmo de males, un patriotismo que funciona sólo cuando se reconvierte como ironía canchera: por ejemplo, el ruso malvado que interpreta el propio Branagh.
Película a reglamento, Código sombra: Jack Ryan tiene tres o cuatro escenas de acción y suspenso pero ninguna logra sobresalir de la media de un cine industrial que de tan profesional, ya no sorprende. Tal vez lo que más molesta es que aún con su mirada crítica pero Americana al fin, las historias de Tom Clancy tenían un subtexto político atractivo, eran las historias de un tipo que había estado del lado de adentro (trabajó en la propia CIA) y que contaba algunas minucias interesantes del mundo del espionaje; no era un Le Carré, el suyo era un mundo de hombres que se definían a través de la acción. Y sinceramente este film de Branagh -que también hay que decirlo, no está basado en ninguna novela del escritor- es imposible de relacionar con la realidad, sus comentarios políticos son totalmente banales y construye un film de buenos y malos sin mayor complejidad, fallando además en el espíritu del original. Acaso Pine tiene más carisma que todos los actores que interpretaron a Ryan juntos -restándole bastante de la frialdad habitual del personaje- y la presencia de Costner es siempre un respaldo de clasicismo bienvenido. Pero igualmente este renacimiento de Ryan es lo bastante poco interesante como para augurarle un futuro escueto.