¿Por qué habría que modificar una fórmula eficaz, aplicada infinidad de veces y envuelta en diferentes tramas si el objetivo es entretener dignamente? En una industria nadie quiere correr riesgos si el objetivo es la rentabilidad y el éxito. “Código sombra: Jack Ryan” propone un juego limpio en ese sentido. Se ciñe a la fórmula, pero la aplica de manera magistral, envuelta en una historia arquetípica de héroes y villanos, con recursos técnicos y de producción perfectos, y lo combina con un elenco, una dirección y un guión que saben qué quieren hacer y decir. Y lo que quieren es lo ya expresado y corroborado en otras ocasiones: contar una historia en la que un hombre común siente el impulso de demostrar la lealtad a su país (y es así inclusive en el caso del “villano”); donde la acción es permanente y sostenida y en la que el guión tiene lo necesario para hacer creíble todo lo anterior. El andamiaje se apoya en tres actores: Kevin Costner, como un alto cargo de la CIA; Chris Pine, como el héroe de turno, y Kenneth Branagh, en el rol del villano y también director del filme. El personaje central, Jack Ryan ya tiene casi treinta años y cinco incursiones en cine (“La caza del Octubre Rojo”, “Juegos de patriotas”, “Peligro inminente” y “La suma de todos los miedos”). En este caso se apela al recurso de contar el origen de Ryan, un economista que decide ir a pelear a Afganistán, para luego ser reclutado por la CIA como para investigar fraudes financieros y finalmente enviado a Rusia a investigar una posible conspiración que tendría la finalidad de provocar la definitiva ruina financiera de Estados Unidos o una segunda Gran Depresión. Branagh, histórico director y actor especialista en Shakespeare en cine y en teatro, sabe explotar el perfil pasional de esta historia donde todos, sin importar el bando, saben que pueden morir por un objetivo superior a ellos, pero hacia allí van, como héroes trágicos.