Amar en tiempos revueltos
El director de la ganadora del Oscar Ida (2013), presento su nueva película en la competencia oficial del 71 Festival de Cannes. Uno de los mejores trabajos presentados en el certamen, otra vez realizado en un estético blanco y negro y en tiempos de posguerra.
Cold War (2018) arranca en la fría Polonia de 1949. De fondo vemos la reciente destrucción de la guerra. Un hombre y una mujer reclutan músicos para un coro folclórico local. El éxito los lleva a Moscú donde deben cantar para el régimen soviético. De los cantantes se destaca Zulu (Joanna Kulig), una joven rebelde de quien se enamora el director de orquesta Wiktor (Tomasz Kot), dando lugar a un apasionado romance entre dos seres de personalidades diferentes. Entre encuentros y desencuentros de la pareja transcurre este relato.
Pawel Pawlikowski realiza otro film simple en cuanto a su historia, brutal en cuanto al tema, y bello en su forma audiovisual. Cold War es otra historia de sobrevivientes cuyos caracteres duros están forjados por el contexto histórico. La cámara los observa y sigue de cerca a los personajes mientras lidian con las exigencias del régimen o del mercado, según el lado del mundo (occidente u oriente) en que se encuentran. Los personajes se desplazan desde Polonia a Paris, pasando por Moscú y Yugoslavia entre 1949 y 1954. Sus posturas, sufrimiento y anhelos son expresados con sutiles recursos cinematográficos entre los que vemos una imagen trabajada con textura que da densidad y rugosidad a los ambientes, una composición de cuadro simétrica que encierra a los personajes en los espacios y una música diegetica que sonoriza de manera expresiva los estados de ánimo de la pareja.
Por momentos, la película también juega con recursos del cine negro. Ella, delineada como una rubia mujer fatal que lleva al hombre hacia su lado oscuro mientras que él, busca triunfar en Paris para esperar a su amada. El amor y la pasión prohibidos en ese contexto se presentan en el film como un proceso de liberación constante, una puja hacia las fronteras para estar juntos. Pero también habrá diferencias de posturas entre ellos, mientras él rehace su vida en el exilio, ella a pesar del éxito añora su lugar obtenido en Polonia. Los espacios adquieren, como los personajes y la música, sentido expresivo al trasmitir emociones y sentimientos opuestos. La dicotomía de caracteres entre ellos se refleja en la forma audiovisual de la película.
Pawel Pawlikowski pone en escena aquello imposible de representar: el espacio para el amor en un mundo dividido en dos, en esta magistral obra, potente y reflexiva, sobre pasiones negadas por el contexto historico.