Corazones en tinta oscura
Campesinos cantan a una cámara inadvertida en un ambiente blanco y negro. La película bicolor “Cold War” es escenario de amor poético con música como núcleo pasional a contramano de la Guerra Fría. Por Florencia Fico
El filme resume el romance entre dos sujetos de distinto origen uno burgués y otro rural. Además personalidades sin punto de conexión, sin embargo el paso del tiempo los junta indefinidamente.
En épocas de entreguerras como la Guerra Fría y la Segunda Guerra Mundial. Los compositores polacos interpretaron bajo fuerte presión política como la del dictador soviético Iósif Stalin; Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética.
En este filme se evidencia cuando las letras lo realzan. Por ejemplo: “De los sabios, amados por todos, Maravilloso Stalin, las canciones más bellas de nuestra edad son cantadas”, dice un fragmento de una obra para celebrar diferentes encuentros en teatro.
Pero para no desobedecer al sistema se enfocaron en el mundo del folclore o en los idearios de la música de Polonia. La producción sacó a relucir el” Ligawka” que es una trompeta autóctona de madera y cuernos de sauce; signo de antigüedad; que avisaba sobre peligro o pastoreo. Asimismo otros más clásicos como el: violín y piano.
El sector regional canta sobre: violencia, prohibiciones, angustias, temores, llantos, separaciones. “Golpeé, lloré, ella no sabía. Así que apoyé mi cabeza sobre la piedra . Los pies en el umbral . Abre amor mío . Por temor de Dios”, expresan dos hombres mientras un niño mira; en una zona sumida por el hielo y abrigos de piel para detener el congelamiento.
La película polaca es dirigida por Pawel Pawlikowski y su título original es: ” Kimna wojna”. Los protagonistas son: Joanna Kulig y Tomasz Kot, que por 88 minutos personifican a Zula y Wiktor.
Tomasz Kot and Joanna Kulig in Zimna wojna (2018)
Ella es viene de una localidad marginal y simula ser del país para ingresar a una compañía folclórica.
El jurado la investigó por asesinato a su padre. Se justifica:“Me confundió con mi madre, así que usé un cuchillo para enseñarle la diferencia”.
Wiktor es parte del jurado y director de orquestas, un claro contraste con Zula, posee conocimientos en música y es un pianista impecable.
Pawlikowski es guionista con Janusz Glowacki y despliegan una trama romántica que une a Wiktor y Zula. En un campo soplando los pastizales ella le susurra: “Estaré contigo hasta el fin de mis días”. El director utiliza elipsis se trata de saltos en el tiempo y espacio; el publico no deja de seguir la secuencia de esos intervalos. Las pausas y silencios de una era más lenta. Tomasz Kot and Joanna Kulig in Zimna wojna (2018)
En una canción explaya “Corazón , no te importa la paz, corazón es genial estar vivo, corazón es tan bueno que eres así, gracias corazón por saber amar así”.
Su talento la lleva a irse de gira a Moscú, Berlín y Varsovia, pero en París graba su simple y ocurre un distanciamiento. Pero ambos confían en el ingenio del otro. Wiktor trabaja en parís como instrumentista en películas y en el bar L’Eclipse donde el jazz lo abraza como lenguaje en la soledad.
Wiktor en pleno aislamiento con Zula tiene una relación con Juliette una poetiza. Le compone temas a Zula que la ponen en jaque sentimental. Los celos empiezan a brotar. “Muy lejos de ti. Lentamente me desvanezco. Como una sombra en la noche”, describe Zula sobre su estado desilusionado. Aunque decide casarse con Zaczmarek(Borys Szyc) su manager y compañero de Wiktor.
La fotografía de Lukasz Zal en Black and White demostró una sensación de película de época.
Primero, mediante tomas a ferrocarriles en movimiento y su interior que mostraba humo como máquinas a vapor de un tiempo inmemorial.
Segundo, por las escenas opacas de la pareja protagonista en capturas largas y cortes con fundidos negros separadores del tiempo.
Tercero cuando se contempla un templo en ruinas y se enfoca en el fondo del recinto una figura divina, en una pared, un rostro desfigurado por el derrumbe y una cúpula rota que sólo hace de agujero al cielo.
También desenvuelven bailes típicos de la población polaca. Con saltos y piernas elevadas. “Uno, dos, tres, uno, dos, tres, ¡Enganche y vuelta!”, dice otra jurado llamada Irena interpretada por Agata Kuleszca. El repertorio es su arte popular.