Cold War: La agridulce tragedia que es el amor.
Un nuevo clásico del más doloroso romance europeo, del director de Ida.
No hace tanto Ida se convirtió en el primer film polaco en ganar un Oscar. Una historia tan sentida, visual y propia de Europa que lejos estaba de sostenerse únicamente en la destacada visión de su director y su impresionante fotografía en blanco y negro. Todo eso vuelve a repetirse en una de las películas más anticipadas del año. El director Pawel Pawlikowski vuelve a colaborar con Łukasz Żal (co-nominado al Oscar por Mejor Cinematografía por Ida), para retratar los años difíciles de una pareja durante la Guerra Fría en los ’50. Definitivamente un trabajo que logra estar a la altura de las expectativas, que además de haber competido por la Palma de Oro le valió el premio a Mejor Director en el Festival de Cannes de este año.
Si la Segunda Guerra Mundial es el escenario por excelencia que ha elegido Hollywood incontable cantidad de veces para llenar de pochoclo las salas del planeta, el cine de autor siempre se dejo tentar más por las tensiones silenciosas de la Guerra Fría. No solo veremos el lado menos iluminado de esa época, enfocándose en la situación que vivían Polonia y Francia puntualmente, sino que en esta oportunidad realiza un doble papel haciendo las veces de trasfondo para el romance al igual que apropiada comparación para una relación llena de vaivenes, silencios y traiciones. Un tiempo en el que la guerra y la paz resultan tan indistinguibles como el dolor que les trae a ambos la compañía que tanto necesitan.
El amorío de un director de orquesta con una cantante y bailarina es algo que todos podemos imaginar, al igual que todos tenemos algo en mente al oír las palabras “trágico romance“, y justamente esto es lo que aprovecha Cold War para mantenernos expectantes de su adictiva progresión narrativa. Sin ninguna juvenil intención de jugar con la audiencia y las convenciones de manera posmoderna, sino para construir un relato que trata el romance como la experiencia tan tortuosa y sedativa que puede llegar a ser.
Esta es una película en la que sus protagonistas rebalsan humanidad en cantidades dolorosas, frustrando a la audiencia al punto justo poniéndolos en los zapatos de dos enamorados que o no pueden estar juntos o, peor aún, logran estarlo. Logra todo esto sin llegar a sentirse demasiado hostil para con el espectador, mérito conjunto del guion y el gran trabajo de montaje.
Aunque el cine y televisión han visto una buena cantidad de exploraciones de relaciones tóxicas durante los últimos años, Cold War es una autentica representación de cuando estás relaciones son más peligrosas: cuando son preferidas a la aparente soledad que ofrecen las demás. Dos personas que durante el resto de sus vidas tratan de evitarse, de reencontrarse, de anhelar algo mejor y de evitar considerar que tal vez ellos sean lo mejor que tienen. Tanto Joanna Kulig como Tomasz Kot entregan interpretaciones frustrantes y antipáticas de forma justa, logrando la difícil tarea de tener química tan positiva como negativa por igual. Pawlikowski necesitaba que sea tan sencillo verlos enamorados como frustrados con la existencia del otro, y gracias a ellos podemos disfrutar de una obra tan combativa como esta.
También ofrece una propuesta difícil de rechazar con una duración total que no llega a los 90 minutos, especialmente en tiempos en los que se han normalizado las películas de 2 horas y media. Corta y memorable, ofrece una mirada a una relación cuanto menos particular en un momento de la historia y con la visión de un director sin el cual no podría existir un relato como tal con esta increíble calidad. El film más agridulce del año, un sabor de boca que uno no se saca tan fácilmente y que resulta muy sencillo de recomendar.