Pawel Pawlikowski, director de Ida, ganadora al Oscar como mejor película extranjera en 2015, regresa con Cold War, otra obra magistral que lo hizo acreedor del premio al mejor director en el último Festival de Cannes. Un relato desesperanzado y fascinante que va de lo festivo a lo sombrío de una relación enmarcada en las transformaciones geopolíticas de Europa.
Wiktor es un director musical que recorre Polonia luego de la Segunda Guerra Mundial. Va en busca de talentos para una compañía en formación que interpretará canciones y bailes populares folclóricos. En uno de los castings se topará con Zula, una rubia que tiene determinación, ambición y secretos. La atracción es inmediata. Como dos polos opuestos que se atraen y se repelen, la pareja recorrerá casi 20 años en sus vidas, repartidas entre Varsovia, Berlín, Yugoslavia y París.
Lo que define a esta propuesta de Pawel Pawlikowski es la concentración: en el sentido de centrar la atención en la pareja principal con la Guerra fría como telón de fondo y en el más estricto carácter estético, con una pantalla cuadrada, una increíble fotografía en blanco y negro de Lukasz Zal y los encuadres del director, que también manejó la cámara. Cada plano es majestuoso, sin que su grandilocuencia signifique distracción en lo que se está contando.
Y lo que se cuenta es una historia de amor con condimentos de canciones, baile, deserciones, delaciones, exilio, burocracia, propaganda y frustraciones. Al realizador de Ida, convertido en maestro de las elipsis, le sobra pericia para componer cada cuadro en el que apenas un detalle sitúa inmediatamente en un clima, un lugar, un estado de ánimo. Y todo lo hace en menos de 90 minutos, una duración corta, casi impensada en el cine contemporáneo.
Cold War relata el arco de una crónica épica de dos seres que se aman desesperadamente. Wiktor describe a Zula como: “la femme de ma vie” (la mujer de mi vida), así, en francés, que suena más fuerte que en cualquier idioma. Y Zula no puede sustraerse del encanto de ese hombre al que define una canción que suena de fondo en uno de los encuentros parisinos: “The Man I Love”, interpretada por Billie Holliday. Pero no pueden estar juntos. Una pasión imposible a ambos lados de la Cortina de Hierro.
Las interpretaciones de Joanna Kulig y Tomasz Kot son descomunales. Ella es una mezcla de la Mónica Vitti en El eclipse de Antonioni (no en vano un bar parisino que aparece en la película se llama así) con Jeanne Moreau. Su actuación es arrolladora. Él tiene el aplomo de Humphrey Bogart en Casablanca, film al que Cold War también remite en algún momento.