Hay un gran problema a la hora de analizar un filme que tiene como estandarte a una mujer que lucho contra la opresión de una sociedad machista, patriarcal, englobada en una mentalidad victoriana. En contraposición a una excelente puesta en escena. Actuaciones memorables, pero instalando desde algunas de las acciones de los personajes, y desde el discurso en tanto diálogos, de manera constante lo inverosímil como otro bandera, más cercana a las ideas desplegadas en el siglo XXI.
La historia transcurre entre finales de siglo XIX y principios del XX. En ese momento histórico hace su aparición Sidonie-Gabrielle Colette (Keira Knightley), primero como esposa sumisa de Henry Gautheir-Villas (Dominic West), alias “Willy”, un mediocre escritor y editor de novelas baratas, pero de mediano éxito comercial. Tenía bajo su tutela y poder a un grupo de escritores fantasmas, política de practicidad usada antes, ahora, y posiblemente continúe en un futuro en una sociedad capitalista, hasta llegar a someter a su esposa en el mismo lugar.
Nunca previniendo que había despertado al dragón que terminaría por fagocitarlo, el filme muestra desde un principio un carácter rebelde del personaje, al mismo tiempo que lo intenta instalar a partir de la velocidad en que se muestran los acontecimientos, lo desplaza por falta de construcción, desarrollo y modificación del mismo. Sólo presentación y cambio en la personalidad y si esto se sostiene se debe a la brillante actuación de Keira Knightley. También cae la responsabilidad en Dominic West, aunque en su imagen parece estar incómodo con la propuesta estética planteada para su personaje.
Ambientada en el París, ciudad que estaba en plena ebullición a finales del siglo XIX. Desde la Belle Epoque, y con el germen de lo que se conocería como “Los locos años 20” de gran efervescencia cultural, nos adentramos específicamente en el mundo de las artes, la literatura, la pintura, la música.
El devenir de la liberación de Colette de la opresión de su marido, el discurrir abiertamente sobre aspectos en aquellos años condenatorios, hasta por momento de actitud de complicidad por parte de Willy es lo que le resta peso al texto, se torna poco creíble
Tiene en su haber, además de la perfecta recreación de época, y a partir de la dirección de arte, el vestuario, una magnifica fotografía, dándole el adecuado contraste a los espacios físicos donde se desarrolla la historia. Entre la vida rural clara, refulgente y el gris del Paris diurno, en contraposición a la luminosidad cultural de la noche parisina.
El diseño de la banda sonora que comienza de parabienes, de manera empática con el relato, las acciones y las imágenes para a partir del segundo acto tornarse manipuladora de las sensaciones que debe sentir el espectador de manera totalmente innecesaria y hasta el cansancio.
La película desde su personaje central pierde contundencia sensual a manos de la intelectualidad impuesta por el texto, hasta en los momento de máxima rebeldía la heroína da aspecto de mucha frialdad, es más importante desde lo intelectual que la sensualidad que le intenta poner la actriz al personaje.
El otro punto por debajo de lo esperable en este tipo de producción, y sabiendo que los responsables del guión son Wash Westmoreland, Richard Glatzer y Rebecca Lenkiewicz estableciendo diálogos fuera de tiempo y espacio
Por lo que se traduce que la vida de la escritora y luchadora por la igualdad de géneros sólo es usada para la instalación de pareceres e ideas actuales. El biopic queda desdibujado en cierta manera.
En la vida real Colette, escribió la novela "Gigi", que sirvió como base para la producción teatral y la película del mismo nombre en 1958, pero esta producción finaliza antes que eso ocurra.
Hay un gran problema a la hora de ponerme a analizar el filme, esperaba al menos sorprenderme, ir al encuentro de mucho más que lo que ofrece.