Colette presenta una historia muy interesante que tenía el potencial de brindar una gran producción y terminó convertida en la típica biografía hollywoodense que aparece en esta época del año con la intención de pescar alguna nominación al Oscar.
Keira Knightley, una abonada al cine de época, interpreta a Gabriel Colette, una de las escritoras más importantes del siglo 20, quien llegó a ser nominada al premio Nobel de literatura en 1948 y tuvo una vida de película.
La autora fue famosa por haber creado en 1900 la saga literaria de Claudine, un coming-of-age femenino que tuvo un enorme suceso comercial y fue pionera en retratar relaciones sentimentales y sexuales entre mujeres.
La particularidad de este caso es que los libros se publicaron con el nombre del marido de la escritora, Willy Gauthier Villars, un Luisito Rey (el padre del Luis Miguel) de la era victoriana que explotó y se apropió como editor del arte de su esposa, ya que entendía que las obras firmadas por hombres vendían mejor.
Buena parte del conflicto del film gira en torno a la emancipación de Colette de esta relación asfixiante que le impedía expresarse como artista y mujer.
La producción del director Wash Westomoreland aborda algunos temas que son muy atractivos y estuvieron bien trabajados dentro del contexto histórico de la trama.
Sobresale especialmente todo el submundo de los autores fantasmas que eran contratados por los editores sin tener ninguna posibilidad de reconocimiento.
Westomoreland en su película apunta a rescatar la figura de Colette como heroína feminista que desafió los roles de género en la sociedad de 1900, pero nunca convierte al marido de la autora en un villano de caricatura.
Por el contrario, el personaje tiene matices muy ricos en su personalidad que se potencian con la sólida interpretación de Dominic West (The Wire).
Willy Gauthier Villars no podía escribir la lista de compras del supermercado, pero era un genio del marketing que sabía vender como nadie una buena obra o idea artística.
Por un lado explotaba de un modo terrible a su mujer, pero al mismo tiempo ella también aprovechaba los beneficios económicos que generaban las estrategias comerciales de su marido. Si bien Colette luego se rebela y lucha por conseguir su reconocimiento, la película nunca la retrata como una víctima.
Otro aspecto de este film que sobresale en la trama se relaciona con la bisexualidad de la artista, que además era consentida por su marido. El director aborda muy bien el tema de la homosexualidad dentro de la conservadora sociedad victoriana en la que estas personas tenían una apertura mental adelantada a su época.
Es ese sentido Westomoreland desarrolla con tacto la relación de Colette con Mathilde "Missy"de Morny, quien fue uno de los primeros hombres transgénero reconocidos de la historia. Por supuesto, en ese momento ese término no existía y Missy escandalizaba a la sociedad por ser considerara una lesbiana que se vestía con ropas masculinas.
El tema con la película de Colette es que explora conflictos de identidad sexual y de género, más la supresión de los derechos de la mujer, pero nunca se juega a fondo con ninguna de estas cuestiones.
Estos conflictos si bien están presentes se retratan de un modo liviano para darle más lugar al melodrama.
Por consiguiente, la curiosidad que despierta la vida de la artista termina convertida en una biografía genérica que estaba para más.
Desde los aspectos técnicos el film es impecable y sobresale la puesta en escena de la época y los vestuarios.
Keira Knightley ofrece una buena interpretación de la escritora pero por el modo en que se desarrolló la historia su labor tampoco se convierte en uno de los grandes trabajos de su carrera.
No obstante, para quienes les interesen estos temas o las historias ambientadas en este período histórico, Colette es una buena propuesta para tener en cuenta.