Esta película no podría ser menos actual. No solamente porque tiene a una mujer como protagonista, sino porque ese personaje se abre, crece y logra vivir alcanzando lo que busca, sacándose de encima el yugo o la mirada patriarcal, y jugándose por lo que siente, el amor hacia otra mujer. Porque tiene, claro que sí, con qué.
Y porque transcurre a fines del siglo XIX y comienzos del XIX.
Las lectoras de la época, entonces, seguían una a una las novelas que protagonizaba Claudine, porque sentían que se veían reflejadas en los que les acontecía puertas adentro de sus casas.
Pero la verdad es que quien escribía esos relatos no era el abusador y oportunista Willy, sino su esposa, Sidonie-Gabrielle Colette.
La película está basada en la vida real de Colette, desde su juventud, cuando vivía con su familia en un ambiente rural, y rutinario, y conoce a Willy, con quien traba una relación que la llevará al altar y a París.
Allí, ante los lujos que afrontan, un tren de vida del que ella ahora tampoco querrá bajarse, aunque bien podría, él la incita a narrar algo así como la ficcionalización de algunos recuerdos de su vida.
Publicación exitosa va, publicación más exitosa viene, el embrollo se hace cada vez más grande y para evitar poner en evidencia el engaño a las lectoras, Colette transa. Hasta que no transa más.
El inglés Wash Westmoreland, codirector de Siempre Alice, con Julianne Moore, refleja con extremo cuidado tanto el ambiente de la bohemia parisina como los encontronazos entre la pareja protagónica (y de ella con una aristócrata rusa). El esplendor visual, y sonoro, porque la música compuesta por Thomas Adès es bellísima, tiene su correlato en los diálogos. Filosos, con vueltas cuando uno u otro personaje necesita esconder intenciones para no ser descubierto en su afán por imponer sus ideas.
Decir que Keira Knightley y Dominic West componen con soltura a sus personajes es poco. Ella, vibrante, tratando de entrecerrar sus ojos cada vez que siente ira, construye un papel que podría ser más voluptuoso. Pero la medición en la actuación es, aquí, más que bienvenida.
En síntesis, es un filme -como El asesinato de la familia Borden, estrenado hace una semana- que aborda un hecho real, acontecido hace mucho tiempo, pero con una mirada reformada, restablecida o modernizada. Y, en este caso, bien actualizada.