Pensaba mientras estaba en la sala viendo "Colette", que podría ser una película ideal para los tiempos que corren. El debate global y local sobre el rol de la mujer, está en los medios y brinda un universo rico para contrastar posiciones, realidad, e historia. "Colette" de Wash Westmoreland (cuyo gran antecedente profesional es "Still Alice") llega para actualizar la bio de una tremenda escritora y performer, Sidonie-Gabrielle Colette, de la Francia de principios del siglo pasado.
Keira Knightley es la elegida por el cineasta par llevar adelante un papel complejo, lleno de matices, que la actriz resuelve con suerte dispar. El tramo de la vida de la escritora que se desarrollará en "Colette", va desde los meses previos a su unión matrimonial con Herny Gaulthier-Villars (Dominic West) hasta la primera década del siglo pasado.
Lo que Westmoreland está interesado en mostrar, en este segmento de la vida de la escritora, es su proceso de transformación de ser una campesina sencilla en una artista de ruptura y total relevancia para la escena cultura parisina de ese período.
Conocemos a Colette (Knightley) como una jóven mujer de la pequeña villa de Borgoña, preparada por su familia, para contraer enlace con un sujeto que la impulse social y económicamente.
Sus padres fomentan la relación de su hija con un escritor bastante histriónico, que derrocha simpatía y promesas de progreso para Colette. Ellos ya se conocen -a pesar de que esto no parece estar en la superficie- (en el film no sabemos cómo sucedió), y la pasión entre los enamorados da lugar al establecimiento de una pareja parisina de clase en poco tiempo.
"Willy" (Henry), es agente literario y su trabajo es captar y promover escritores, esforzándose por sostener su prestigio en el medio y sostenerse económicamente. Es cierto que le cuesta mantener cierto nivel de vida, tal vez, por encima de sus posibilidades.
Fuerza a sus contactos y empleados para que produzcan textos, libros y cuentos, que él comercializa, mientras se dedica a disfrutar la vida social a pleno. Su esposa, mira y aprende en silencio a través de los años.
Ella tiene condiciones innatas para la alta literatura, pero sólo se analizará esta condición en detalle, cuando Willy esté en la quiebra y ya no tenga más ideas de donde tomar. Colette entonces, aprovechará esta circunstancia, para lograr que su libro, "Claudine" basado en sus experiencias sexuales y sensoriales de la adolescencia, vea la luz y se transforme en un hit de ventas.
El único problema es que la autoría de la obra, será firmada por Willy, quien se arrogará frente a los medios, ser el único responsable de esa pieza literaria. Si bien la relación con Colette se estaba volviendo inestable (ya comenzaba ella a experimentar su costado bisexual), lo cierto es que este antecedente inicia un período de discusiones fuertes en la pareja.
Colette era un espíritu libre y transgresor y cree que tiene derecho a disfrutar del éxito de su obra pero...su marido opina lo contrario.
Aquí vemos la premisa fundacional del film, el director (y guionista) desarrolla con paciencia la aparición de rasgos e ideas únicas que tenía la talentosa vanguardista, hasta llevarla al punto en que tanto se siente afectada, que comienza a explorar la escena teatral, con espectáculos no convencionales que la pondrán en el centro de la escena cultural parisina. Y se permitirá tener amantes, también.
Si debemos decir que, Westmoreland simplifca demasiado todo lo que sucede puertas adentro en el matrimonio. Quienes conocemos la historia, sabemos que había mucho material para avanzar con propuestas más radicales. Pero no, se elige el tono descriptivo y el ritmo lento y pausado...
Este cuidado por las formas y la perspectiva de mostrar lo transgresor casi como exótico, quitandole el corazón de la pulsión, es lo que hace al film, plano y sin demasiados matices. Colette era incendiarias en términos de ir contra lo establecido, y aquí la vemos medida, paciente, controlada y amable.
Esto seguro que esta era una gran oportunidad para ir más allá y explorar la intimidad de lo que Colette sentía y pensaba sobre las relaciones y el género. Y nada de eso está presente, excepto una relación estable con Sophie de Morny, marquesa de Belboeuf (Missy, jugada por Denise Gough), que se apoya mucho en el costado creativo y treatral, antes que el pasional. Y no demasiado más.
En definitiva, una biopic demasiado "correcta" para una mujer excepcionalmente incorrecta. Si quieren una primera aproximación a Colette, puede servir. De lo contrario, pueden sumar la versión de 1992, ("Becoming Colette") que siento muy superior a esta realización.