Está claro que ningún artista del mundo, en ninguna de las ramas del arte, está obligado a dar explicaciones, interpretaciones ni instrucciones para entenderlo. Una obra es. Y si se exhibe en algún lado está para ser apreciada poniendo todo de uno para dejarse llevar. Descontando la música (primera, lejos), el cine (y toda la industria audiovisual) puede ser una de las formas de arte de más fácil acceso para todos los habitantes.
Nuestro cerebro tiende a darle a todo un orden y un sentido que se acomode a lo ya preestablecido y clasificado, ergo, si uno ve el afiche de “Colossal” no va a suponer otra cosa que estar frente a una de terror, ciencia ficción y aventuras; en ese orden. Luego de entender el género se puede establecer un gusto personal sobre lo que se pretende obtener de cada uno. En el caso de quien escribe, hay un regocijo especial cuando se utilizan los elementos de este tipo de cine para tomarlos como herramientas serviles a decir, opinar, fundamentar, teorizar y filosofar sobre distintos temas concernientes a la condición humana, de la misma manera que lo son la comedia de humor negro, la grotesca o la absurda como extrapolación del drama.
No se le puede negar esta convicción al director, Nacho Vigalondo, de este estreno pero con eso no alcanza para tener claridad en la propuesta. Es cierto, los primeros veinte, veinticinco, minutos generan ese desconcierto saludable, de aire renovador. Esto de poner al espectador a preguntarse “de qué la va esto”.
La introducción no deja dudas. Una noche en Seúl (sabremos que se trata de ésta ciudad más tarde) una nena anda en busca de su muñeca. La encuentra merced a la paciencia de su madre. Acto seguido, ambas quedan horrorizadas por la visión de un monstruo gigante que se presenta entre los edificios de la ciudad. Treinta años después, en otra ciudad del otro lado del mundo, Gloria (Ann Hathaway) tiene tantos problemas con su alcoholismo que pierde trabajo y pareja casi en el mismo acto. Vuelve a su ciudad natal y allí se reencuentra con viejos amigos, tratando de iniciar o reestructurar su vida. Tendremos larguisimos minutos de todo esto, amparados en la solidaridad de un viejo compañero de escuela, Oscar (Jason Sudeikis), quién gustaba de ella evidentemente, pero nunca se lo pudo decir del todo.
Con semejante bifurcación de géneros contrapuestos, pero con narrativa similar, el espectador pondrá toda su paciencia esperando que en algún momento lo presentado en los primeros cuatro minutos se “encuentre” con el resto del planteo. Aquí es donde reside la mayor falla del guión. El único nexo de géneros son noticias en la TV sobre un monstruo (el mismo que vimos al principio) que está destruyendo todo en Seúl. La lenta e inconveniente dosificación de la información atenta contra el factor sorpresa, porque usando el sentido común y atando sólo un par de cabos hace que todo el relato se vuelva previsible y sin posibilidad de sorpresa, dejando así que la anécdota se devore todo intento de profundidad de la propuesta. Cuando la trama decide revelar su intención ya es demasiado tarde, porque lo fantástico desequilibra la realidad y el drama real ahoga lo que lo fantástico tiene para ofrecer como metáfora.
Hay también un llamativo descuido en la dirección de casting. No es tan común ver tanto achatamiento en los actores secundarios, al punto de no recordarlos ni bien termina la proyección. La dupla central no termina de vincularse químicamente, y no porque el guión no tenga momentos que lo permita. Ann Hathaway y Jason Sudeikis pueden coincidir en cualquier película siempre y cuando el director pueda sacar algo más de estas estrellas en pos de lo que está proponiendo. Se los ve a ambos tratando de esforzarse en creerse lo que está pasando, como si se pudiese adivinar la tonelada de preguntas disparadas contra el guión, no debidamente contestadas a la hora de gritar “¡acción!”
Eso sí, la parte correspondiente a lo fantástico tiene un sentido homenaje al animé y a las sagas japonesas de Godzilla, aún con las licencias abordadas en este caso. Pero ver “Colossal” es como tener un plasma de 50 pulgadas en el cual uno tiene sintonizados “Rosa de lejos” (1980) en la pantalla principal y “Animal lanet” (programa en TV de cable) en el recuadro inferior derecho, y que por puro azar pueden coincidir en la misma publicidad cuando van al corte.