Póquer de ases de la comedia
Cuatro de cuatro. Así podría resumirse la aún incipiente pero meteórica y por el momento intachable carrera de la dupla Phil Lord y Christopher Miller. Dos joyitas animadas (Lluvia de hamburguesas y La gran aventura Lego) y las dos entregas de Comando especial, en la que esta segunda parte -en un hecho poco frecuente en el Hollywood contemporáneo- es incluso superior a la primera.
¿Estamos ante una obra maestra, ante verdaderos genios de la comedia? Para nada. Pero Comando especial 2 es una película impecable, premeditamente leve, superficial y hasta si se quiere algo boba, pero que al mismo tiempo funciona en todos los niveles, desde la tradición clásica de Harold Lloyd y Buster Keaton hasta la más reciente de Los Simpson o el cine absurdo de Will Ferrell o lo mejor de la factoría Apatow. Sí, puede que algunos chistes sobre el costado gay de la historia resulten un poco viejos y -para algunos- hasta ofensivos, o que ciertos elementos del subgénero bromance estén a esta altura algo gastados, pero en líneas generales los 112 minutos del film fluyen con un espíritu lúdico y una catarata de ideas que se agradecen y celebran.
Los “hermanos” Schmidt (Jonah Hill) y Jenko (Channing Tatum) vuelven a las andadas y ahora pasan de una escuela secundaria a una universidad (los años no vienen solos), donde deberán desbaratar una organización que trafica una nueva droga sintética que ya ha provocado una víctima fatal.
En el campus, Schmidt y Jenko se irán separando. El primero iniciará un romance con una bella estudiante de arte y aspirante a poetisa llamada Maya (Amber Stevens); y el segundo, una relación muy cercana con Zook (Wyatt Russell, hijo de Kurt Russell y Goldie Hawn), el rubio galán del lugar y capitán del equipo de fútbol americano
Lo que sigue es una catarata de situaciones que sirven para mofarse con no poca inteligencia y creatividad de los clichés de los policiales, de las buddy-movies, de las historias románticas, de las desventuras universitarias, de los personajes nerds y del universo de las secuelas con un talento poco frecuente tanto para el humor físico de la screwball-comedy clásica como para el latigazo verbal punzante. Incluso hay tiempo e ingenio para desarrollar en la segunda mitad una suerte de versión masculina de la Spring Breakers, de Harmony Korine. Qué más se puede pedir…
PD: No se pierdan la secuencia de créditos finales, un excelso “homenaje” a la industria de las franquicias de la que Comando especial se ríe y, claro, también saca provecho.
PD 2: Atentos a Jillian Bell en el papel de Mercedes, la compañera de cuarto “mala onda” de Maya, un proyecto de enorme comediante (hiperactiva en los últimos años tanto en cine como en TV) que se roba todas las escenas en las que aparece. Ha nacido una estrella.